¿CÓMO VOTAMOS?
Este pasado domingo Colombia votó en la primera vuelta de sus elecciones presidenciales, y cientos de datos se han dado a conocer por parte de la Registraduría Nacional sobre los comicios. En el paquete estadístico hay de todo: información que produce preocupación, y en ocasiones, esperanza.
Primero, la preocupación.
La abstención de estas elecciones fue la más alta de los últimos veinte años. En efecto, las últimas elecciones en las que los colombianos se quedaron en las casas fue la contienda entre Samper y Pastrana en 1994. Entonces votó el 34 % del censo electoral, en 2014 lo hizo el 40 %. La culpa por la baja participación electoral se puede dividir en partes iguales: por un lado, en la campaña sucia y huérfana de ideas que han dado los principales candidatos, y por el otro, en la apatía y desinterés de muchos ciudadanos.
Por otro lado, se ha convertido en un lugar común decir que, en las presidenciales, las maquinarias políticas clientelistas no funcionan. En Sahagún, Córdoba, por ejemplo, la participación pasó del 60 % en las elecciones para Congreso, al 40 % en las elecciones presidenciales. Lo preocupante es que esos votos, muchos de los cuales seguramente están asociados a las maquinarias de los líderes locales, acaban de volverse mucho más valiosos (y por esto me refiero también a más costosos) en el mercado político. En la segunda vuelta, esos votos “amarrados” podrían decidir las tornas.
Luego, la esperanza.
Entre la abstención y la pelea Santos-Zuluaga en estas elecciones, se nos han escapado algunos hechos muy importantes y que nos dan algo de esperanza sobre el futuro de nuestro sistema político. En efecto, el voto en blanco fue el más alto de la historia reciente del país, logrando el 5,99 % de los votos sufragados; esto es, cuatro veces mayor que el voto en blanco de la primera vuelta de hace cuatro años.
No solo eso, en Piedras, municipio del norte del Tolima, el voto en blanco les ganó a todos los candidatos, alcanzando el 54 % de los sufragios. Si fuera por Piedras, estaríamos llamando a nuevas elecciones con nuevos candidatos. De igual forma, en las localidades de Taganga en Magdalena y de Barú en Atlántico, los ciudadanos se negaron a votar, hicieron de su abstención a sufragar una protesta, exigían servicios públicos y respeto de los políticos.
Los habitantes de Taganga, Barú y Piedras nos dieron a todos un ejemplo de dignidad y seriedad. En sus lecciones reposa la esperanza de que en un futuro -ojalá no muy lejano- podamos votar en una democracia mucho más madura.