Con "muletas" gigantes salvan árboles históricos
EN MEDELLÍN ESTÁN identificados unos 150 árboles patrimoniales y el Municipio hace un inventario de su estado. Al algarrobo del parque de San Pablo y al piñón de oreja de El Jordán les montan estructuras de apoyo para evitar colpaso.
Soportes metálicos, a manera de "muletas", serán el apoyo para prolongar la existencia de dos árboles centenarios y patrimoniales que ocupan el corazón de un parque en el Sur y un recodo de la vía que fue el antiguo camino real al Occidente y a Urabá.
En el primero, en el parque del barrio San Pablo-Guayabal, ya están izados los tubos de acero de 35 centímetros de diámetro que formarán un trípode, y en la que se conoce como la Loma de Robledo ya se hicieron las fundaciones que recibirán el metal.
Ambos: un algarrobo y un piñon de oreja, son referentes para los habitantes de su entorno, pues están fundidos en el paisaje en que nacieron, y muchos se detienen a contemplar la cirugía mecánica a que los someten.
Desde la esquina de su negocio en la amplitud del parque, Rafael Ramírez Zapata, dueño de la Droguería San Pablo, cuenta que de niño lo llevaban de La América a ver las carreras de caballos al hipódromo San Fernando y en el viaje le gustaba mirar una finca con una casa grande y un lago con animales. "Era un hilito de carretera destapada, pasaban dos o tres chivas en el día y uno se devolvía en la última para el centro", dice.
Rafael calcula esa vivencia hace unos 58 años, pero un habitante mayor del barrio San Pablo, Gustavo Betancur Piedrahíta, de 74 años, tiene una remembranza más antigua y asegura que en el lugar donde hoy está el parque había una lechería. "Al pie del árbol ordeñaban las vacas, y la casa quedaba donde hoy están los juegos infantiles", evoca.
De las cuentas de ambos se concluye que el algarrobo tiene más de 150 años porque eran niños y ya las dimensiones eran las de un ejemplar muy adulto.
Y los respalda la versión de que este parque y su inmenso algarrobo hicieron parte de la residencia campestre de don Fidel Cano Gutiérrez, fundador de El Espectador, que luego la compraron los urbanizadores que construyeron el barrio.
En el Occidente, en la base de la empinada calle que da paso al barrio Robledo, no se aprecia el mismo furor de hombres y máquinas que se vive en San Pablo.
Pero en el pedazo de tierra por el que se levanta imponente el piñón de oreja del sector de El Jordán, ya están hechas la dos pilas que recibirán sendas formas metálicas, a manera de "muletas", para que el árbol se sostenga en alguna contingencia.
Bajo su sombra, el comerciante Luis Rendón cuenta que el tradicional bar El Jordán fue fundado en 1891 y el piñón ya existía. "Esto era una posada y un lugar de acopio de los productos que los arrieros traían del Occidente", afirma.
Lo que fue un camino real empedrado se transformó en una pendiente peligrosa, en cuyo descenso muchos conductores han perdido el control de sus vehículos, que sólo se han detenido contra la"muralla" del piñón de oreja.
Árboles en alto riesgo
Mauricio Jaramillo, ingeniero forestal contratista de la EDU, explica que hubo un diagnóstico de alto riesgo de los ejemplares reportado por la unidad de zonas verdes de Obras Públicas.
En el caso del algarrobo -dice- tiene un daño estructural importante en la base que compromete el 35 por ciento, muy parecido al problema del piñón, pero ambos son especies de madera fina.
La idea es habilitar un sistema que permita a los árboles compensar la pérdida estructural que presentan, con el fin de conservarlos por su valor patrimonial.
Aún así, no significa que no pueda fallar porque -dice- las fuerzas de la naturaleza superan la capacidad estructural tanto del árbol como del sistema y lo podrían hacer colapsar, aunque de manera lenta y suave.
¿Y en qué consisten las obras? Jaramillo precisa que para el algarrobo son tres soportes anclados en pilas de concreto vaciado y reforzado, cada uno de ellos en condiciones de recibir el peso total del árbol, que se calcula entre 15 y 20 toneladas.
Los soportes están simétricamente repartidos a manera de trípode, con los cuales se pretende un doble propósito: primero, evitar la rotura de la madera en la base cuando haya movimiento por abatimiento de vientos.
Y si se revienta por alguna circunstancia, que quede sujetado por la estructura mientras se procede con el desmonte, minimizando el riesgo de una caída total.
Sólo después de instalados los sistemas de apoyo se intervendrá cada árbol para iniciar la recuperación del tejido en las partes afectadas.
El propósito -observa Jaramillo- es hacer un monitoreo constante para analizar la respuesta anatómica de los árboles a todas las prácticas que se les hagan y no esperar a que se "recuesten" en los apoyos.
A la que no dejarán "recostar" más es a la gruta de María Auxiliadora, que correrán de la base del tronco.