Cristian: un adiós con lágrimas y te quieros
A LAS 9:00 a.m. de ayer, en el cementerio de Sabaneta, se cumplieron las honras fúnebres de Cristian Caro Toro, de 17 años, quien después de siete días de búsqueda fue encontrado el domingo en zona rural de Envigado.
La mañana estaba oscura. Igual los ánimos. La tristeza se notaba en los rostros de sus papás, de sus tíos, de sus amigos y de sus vecinos.
Un par de orquídeas de un morado intenso que colgaban de una matera en la iglesia del cementerio de Sabaneta y las gorras amarillas y verdes de algunos de sus compañeros, pusieron las pocas notas de color de la jornada.
Después de siete días de búsqueda, de angustia y de incertidumbre, Cristian Caro Toro, de 17 años, apareció el domingo en zona rural de Envigado y, como dijo su tío John Jairo Toro, al menos lo "encontramos y pudimos enterrarlo".
Atrás, en las últimas sillas del templo, su madre Flor María, que llegó de España, tenía la mirada fija en el suelo.
"Todo lo que vamos a hacer, hagámoslo en vida, ya. Si este fuera su último día, ¿qué harían con él?", decía el sacerdote en medio del silencio que se percibía pasadas las 9 de la mañana, a pesar de que el lugar estaba lleno.
A unos pocos pasos preparaban el sitio en el que Cristian sería enterrado. La bóveda 123 esperaba por el féretro gris, cubierto con una bandera del Deportivo Independiente Medellín, su equipo amado.
Flor María se salió antes de terminar la misa y se paró cerca del andamio que la gente del cementerio ubicó para sellar la última morada del joven. Allí fueron llegando también algunos de sus amigos que se preguntaban, tomándose la cabeza, el por qué de esa tragedia. Algunos le hablaban a la foto del adolescente impresa en los recordatorios. Otros, se agachaban y trataban de esconder el llanto. Hasta los de cara más ruda cedieron al dolor cuando vieron llegar el cuerpo.
Que sea una enseñanza
Entre los cantos de las señoras y los "te quieros" que le gritaban los jóvenes, el féretro comenzó a entrar en la bóveda.
Su tío John Jairo agradeció a las autoridades que colaboraron en la búsqueda del "niño", como llamó a Cristian; a los medios de comunicación y a quienes los apoyaron.
Contó que los papás quieren continuar con una investigación para determinar "a ciencia cierta cuáles fueron las causas de su muerte".
Rodeado por otros familiares, John Jairo invitó a la nueva generación a analizar lo que sucedió y a no dejarse llevar por malas influencias.
"Yo sé que están llenos de una cantidad de propósitos en sus vidas y de pronto toman decisiones que no son apropiadas. Qué bueno que este caso, que estas consecuencias que sufrió Cristian, ellos no las vivan y les sirva de espejo".
Todos lo amaban, agregó, y señaló al grupo que lo lloraba con desesperación mientras el personal del cementerio sellaba la sepultura. "Era espectacular, especial, alegre y respetuoso. No debió terminar de esa manera". Pero el destino estaba trazado y son cosas de Dios, dijo su tío. Antes de irse, el sol había comenzado a salir. Los más jóvenes se echaron la bendición, le dejaron más "te amos" y le prometieron, con la mano en el cemento, aún sin inscripción, no olvidarlo. "Jamás", repetían.