Cristina encontró la paz en el yoga
Cabello negro, piel canela, cejas pobladas y casi siempre vestida con ropa holgada y completamente blanca.
Así es Cristina Mejía, una mujer que con su sola su presencia inspira paz y sentimientos cálidos, algo que contrasta bastante con su energía y su rapidez para hablar.
Luego de dar varias vueltas por el mundo, de empezar varias carreras y terminar por fin cosmetología, Cristina hoy está completamente dedicada al yoga, en compañía de su esposo, el alemán Volker Dieze.
Todo comenzó cuando vivía en Alemania y asistió a una clase de yoga, solo para conocer cómo era.
"Fue algo del destino. Cuando hice esa clase sentí una energía extraña, como una conexión conmigo misma y ahí supe que ese sería mi norte", cuenta Cristina.
Un mes después ya estaba haciendo el curso Sibananda, para ser profesora.
Pero era tanta su pasión por el yoga que a los pocos meses su esposo, quien era economista, ya se estaba empezando a meter también en esta filosofía.
"Él me veía haciendo los ejercicios de yoga en la casa y yo lo retaba a ver cuáles era capaz de hacer", continúa Cristina.
Meses después se fueron los dos a hacer ese mismo curso Sibananda en la India, en un hermoso lugar en el Himalaya, y antes de terminar ya estaban seguros que ambos se dedicarían al yoga y dejarían atrás sus carreras.
Y es que ellos están totalmente convencidos de que el yoga es el camino para que haya paz en el mundo.
Hace tres años vinieron de vacaciones a Medellín y sin pensarlo mucho decidieron quedarse a vivir aquí para dar clases y lograr algún día hacer de esta ciudad, la más pacífica.
"Un compañero de nosotros dice que por la ley del péndulo, Medellín puede pasar de ser la más violenta a la más pacífica y nosotros lo creemos seriamente", dice Cristina.
Sin darse cuenta, en poco tiempo, la vida de esta pareja dio un giro total y cambiaron sus prioridades para transmitir ese estado de tranquilidad y armonía a otras personas.
Junto a otras cuatro personas de su misma tradición, crearon la academia Atman Yoga, en la que buscan que los demás encuentren su propia conexión con el alma.
"Todos pueden practicar yoga, no importa que no sea musculoso ni el más flexible, solo se necesita tener la capacidad de meditar, respirar correctamente y de relajarse", asegura Cristina.
Pero aunque ha tenido muchos cambios, como el ser vegetariana, o no tomar, Cristina considera que en el fondo aún es la misma y hasta sus creencias religiosas siguen intactas.
"Yo todavía soy católica como me criaron, pues lo único que hace el yoga es ayudar a entender la esencia de cada religión, no nos obliga a cambiar la forma de pensar. Los cambios se ven es en los apegos materiales y hay muchas cosas que antes veíamos como necesarias y ahora son prescindibles ".
Con este trabajo, Cristina encontró algo que siempre había buscado, la forma de conectar lo emocional con lo racional, lo que le permite ser ahora una persona mucho más completa.
Cuando le preguntan cómo se ve en 10 años, ella responde que aún dando clases de yoga y completamente dedicada a esta filosofía de la mano de su esposo y por qué no hasta montando un gran proyecto en Alemania para expandirse un poco.
Y es que Cristina considera que su principal misión en este momento y por muchos años más es el yoga, con el fin de convencer a los demás para encontrar por fin la paz mundial.