Histórico

Cuadrado, el orgullo de sus abuelos en Necoclí

Los abuelos maternos del volante de la Selección y de la Fiorentina se alegran por su brillo en el Mundial.

04 de julio de 2014

A sus 75 años, a Marcela Guerrero Muñoz, la abuela materna de Juan Guillermo Cuadrado, se le encharcan los ojos al recordar al niño travieso que era, por los años en que su hija se lo dejó a cargo en Necoclí para irse a trabajar con una compañía bananera en Apartadó.

Ella y su esposo, como 45 millones de colombianos, vivieron ayer una emotiva jornada en la que el equipo nacional fue eliminado por Brasil, pero se quedó en el corazón de todos.

"Anda, qué si lo recuerdo… -su frase, en acento costeño, la ataja un momento con un suspiro trayendo la imagen del que fuera como su hijo hasta los diez años-. Mi niñito, mi peladito, cómo jugaba balón en la playa, con el uniforme todo sucio".

En la voz alta y cadenciosa se le siente el cariño que le tiene, aunque por esos días mucho fue lo que le tocó regañarlo.

"Lo mandaba pa"l colegio y venía mugroso de tanto tirar balón en la playa. Se me perdía, lo mandaba a buscar. Me decía que no quería estudiar y yo atrás de él: mijo, si tú quieres ser futbolista tienes que aprender a leer y escribir".

No fue a la única que le tocó pelear con la necedad de Juan Guillermo, que se agarraba a los puños con su primo Miguel -también criado por la abuela y que era como su hermano mayor- cuando no quería ir con él a jugar, porque lo tenía destinado a ser el portero que le atajara sus remates de pie descalzo.

"Pero cuando venían los castigaba, les pegaba porque venían sucios de ese pantano en la cancha La Batea".

Con alcahuetería
Pero la abuela que hacía las veces de mamá y a la que le tocaba trancarle al muchachito, también supo ganarse el apego con la alcahuetería que es propia de ellas. Hoy tiene una camiseta alusiva a la selección Colombia con la figura estampada de su muchacho, el moreno que hoy le devuelve orgullo.

"Recuerdo que cuando se lo llevaron, porque ya su mamá consiguió buen trabajo en Apartadó y nosotros no teníamos la capacidad de mantenerlo, él me llamaba, que lo fuera a buscar, que su mamá no lo quería porque no lo dejaba jugar fútbol. Y yo le decía: ella si te quiere y te va a dejar".

Entre las arrugas del rostro Miguel Ángel Bello, de 86 años, tiene algunos rasgos de Juan Guillermo. Por su trabajo en el campo, era la abuela y no él quien más se tenía que encargar del niño. Pero también le tocaron algunas de las quejas por ese muchachito por andar jugando fútbol.

Del pequeñito que se crió en su casa, dice que no le gustaban ni el trompo ni las canicas como a los demás niños, ni mucho menos el béisbol, el deporte al que él era aficionado.

"El destino de él era patear, así fuera la cabeza de una muñeca, todo lo que fuera redondo", cuenta Miguel Ángel que nunca fue futbolero, hasta que Juan Guillermo lo cautivó con sus goles y gambetas.