Histórico

De Saramago y otras obras inconclusas

Una obra inconclusa del Premio Nobel portugués acaba

04 de octubre de 2014

¿Que José Saramago murió hace tiempos? Sí, sí. Lo sé. Incluso sé que murió hace cuatro años, tres meses y diecisiete días, en Lanzarote, una de las islas Canarias. Sin embargo, parece que siguiera escribiendo: un nuevo libro de este genial portugués acaban de presentar en Europa.

Estos libros que salen de manera póstuma de cualquier autor sirven de consuelo a sus seguidores que, habiendo agotado la lectura de sus obras y hasta emprendido su relectura, al encontrar esos volúmenes piensan con alegría e ilusión que son palabras escritas especialmente para ellos, para que no los olviden.

Esos libros se leen despacio para que no se terminen pronto, ya que es lo único que queda del autor... A menos que alguien esculque un poco más en sus cajones, debajo de los colchones, en los bolsillos de un viejo abrigo olvidado en el armario y se encuentre otros papeles inesperados... Ah, perdón, no estoy aludiendo a los de Cortázar.

Está claro que no siempre, mejor dicho, casi nunca, estos documentos están hechos para salir a la luz. Emergen, más que nada, por factores comerciales, pero uno queriendo tanto a esos creadores, se hace el de la vista gorda con este aspecto y se entrega a devorar el libro.

Hace unos cinco años estuvo en Medellín la secretaria de Ernest Hemingway, Valery Danby-Smith. Ella dijo —además de que sus labores no eran las de una secretaria normal, organizar archivos, llamar por teléfono, negar al jefe, sino que debía salir de pesca, pasar tardes de toros, beber ron y salir de cacería—, que del autor de París era una fiesta también quedaron manuscritos inéditos, pero que él dejó dicho bien claro que esos debían quedarse así: inéditos.

El pasado 2 de octubre, el exjuez español Baltasar Garzón, el mismo que casi consigue echarle el guante al exdictador Augusto Pinochet para que pagara por sus crímenes, y el escritor italiano Roberto Saviano, a quien su libro Sodoma y Gomorra, en el cual revela formas de actuar de mafias de su país, le cuesta la incomodidad de tener que andar con escolta para evitar que lo maten, presentaron el libro en Lisboa.

El de Saramago
"Alabardas, Alabardas! Espingardas, Espingardas!".

Así se llama la novela del Premio Nobel de 1998. Ese título lo tomó de versos de una tragicomedia del dramaturgo portugués Gil Vicente: Alabardas, alabardas!/ Espingardas, espingardas!/ No queráis ser genoveses,/ sino muy portugueses,/ y morar en casas pardas, según una traducción libre.

Alabardas eran unas armas como lanzas con puño de madera y cuchilla en forma de media luna por un lado. Las espingardas, unas escopetas de chispa. Ambas muy usadas en las guerras viejas.

Esta novela, Saramago había comenzado a escribirla a finales de 2009, la suspendió un tiempo y la había proseguido en febrero de 2010, cuatro meses antes de fallecer.

Y no la terminó.

Artur Paz Semedo, el personaje central, es empleado de una fábrica de armas. Intrigado por el sabotaje de una bomba durante la Guerra Civil española e impulsado por Felícia, su exesposa, inicia la investigación de los entresijos de una época convulsa, lo que despierta en él un debate íntimo entre la ceguera impuesta por el miedo heredado y la necesidad del compromiso.

En su diario, Saramago iba contando las intimidades de la escritura. En un aparte dice —se adivina feliz— que encontró el principio:

"El gancho para arrancar la historia ya lo tengo y he hablado de él muchas veces: aquella bomba que no explotó en la guerra civil de España, como André Malraux cuenta L"Espoir."

También revela que, antes de dar con el título, había intentado con otros como Belona S.A. Suspendió el trabajo durante meses, tras los cuales prometió volver a la escritura con mayor dedicación y disciplina.

Otras novelas inconclusas
¿Qué tiene de raro una novela inconclusa? Nada. ¡Ha habido tantas! Por lo general quedan así, no por irresponsabilidad, sino por un asunto inevitable: la muerte del creador.

Truman Capote dejó inconclusa Plegarias atendidas. El escritor nacido en Nueva Orleáns en 1924 la tituló así, tomando prestado un texto de Santa Teresa de Ávila: "Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por aquellas que permanecen desatendidas".

En ella, P. B. Jones, el personaje, revela intimidades e ideas personales de muchas celebridades entre las cuales el escritor se movía cómodo y era querido, como Jerry Salinger, Andi Warhol, Greta Garbo, Simone de Beauvoire, Samuel Beckett, Albert Camus y hasta del mismo Tennessee Williams, a quien él quería tanto y a quien le dedicó Música para camaleones.

Los aludidos se sintieron traicionados y muchos de ellos le dieron la espalda. Cosa que para él, tan dado a las fiestas y al jet-set, lo sumió en una depresión sin cuento.

Inconclusa también quedó la novela Billy Budd, de Hermann Melville. Esta obra cuenta la historia de un muchacho ingenuo que se enfrenta a la rudeza de una tripulación de barco, ambiente tan conocido por Melville. Un suboficial malintencionado lo acusa de tendencias rebeldes, y el capitán le manda llamar para que oiga las acusaciones. Billy Budd tartamudea, nada dice, y en una reacción sorpresiva en un ser manso como él, mata al acusador de un puñetazo. Luego vendría el dilema de los jueces para condenarlo a la horca, teniendo en cuenta su carácter dócil... Inconclusa y todo, pero con la idea muy completa, esta novela fue llevada a la ópera, con música de Benjamin Britten y libreto de E. M. Forster y Eric Crozier.

El escritor argentino Eduardo Berti, autor de Los pájaros y de Lo inolvidable, entre muchas otras obras, nos recuerda en su blog Bertigo (así, con be, por un juego de palabras con su apellido) una sarta de títulos de obras que quedaron sin terminar.

"Bouvard y Pécuchet, de Flaubert; Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros, de John Steinbeck; El misterio de Edwin Drood, de Dickens, Niétochka Nezvánova, de Dostoievski; Los bucaneros, de Edith Wharton; Los hechizados, de Witold Gombrowicz; La torre de marfil, de Henry James".

De la narradora británica Jane Austen (1775-1817) menciona dos relatos inconclusos: Los Watson y Sanditon.

De modo, pues, que el carácter de inacabado no debe menoscabar la novela de Saramago. Su calidad no depende de eso. La lección nos la dictó Henry Miller: un buen escritor puede pasarse páginas sin decir mucho o nada y sin embargo nos mantiene cautivos por su calidad narrativa. Así esas novelas inconclusas carezcan de alguna de sus partes, el principio, el medio, el final, de todos modos nos invitarán asomarnos, como si fuera una ventana medio abierta.