Histórico

DESASTRE AL SUR

17 de septiembre de 2012

La historia se repite con demasiada frecuencia desde hace poco más de un año. Un familiar, amigo o conocido, vuelve de un viaje que lo llevó a Argentina y dice con asomo de preocupación que en el país del sur las cosas van de mal en peor, que sobrevivir en sus calles se hace difícil y que al ya tan argentino arte de criticar, se le suma un mal ambiente y un desconsuelo que mantiene los ánimos por el suelo.

Al repetitivo cuento de voz en voz se suma la realidad reflejada en los medios, de izquierda y de derecha, que da cuenta de un sociedad cansada, en problemas, siempre alarmada por un nuevo descalabro económico y que se siente incómoda con la cabeza de su gobierno. Cristina Fernández , grosera y altanera pierde de a poco el apoyo del pueblo que la ve como responsable de una actualidad gris.

La viuda de Kirchner se equivoca y va camino a pagar su error. Esa actitud tan latinoamericana de nuestros políticos de contestar las denuncias a punta de descalificaciones solo sirve para calentar una sopa que está a punto de rebasar la olla. Es imposible para un político, por hábil que sea, responder todas las denuncias con insultos, y los argentinos, mucho más hábiles y comprometidos que otros americanos, empiezan a tomarse las calles para hacerle saber a su presidenta que no gobierna sola.

Cristina es una vedette televisiva de horario Triple A que, en apariciones públicas cada vez más frecuentes, esconde o maquilla la crisis económica, la inseguridad y el descontento. Su último proyecto, como si fuera poco, es tantear el terreno para intentar transformar la constitución y así aspirar a un nuevo mandato.

Las marchas multitudinarias, con pancartas y arengas, que hasta la fecha era una marca del oficialismo pasaron a ser arma de los inconformes. El jueves pasado sus opositores tomaron las calles para criticar el gobierno y exigirle cambios en su forma de administrar pero ella, tan esquiva a reconocer las faltas, dice ahora que las protestas multitudinarias son actuar de ricos.

La descalificación no impidió que ríos de gente llegaran a la Casa Rosada donde los dueños del poder solo atinaron a dividir para triunfar. Se dijo que la Presidenta tiene como fin único favorecer a los pobres de manera que todo aquel que se opone a sus acciones hace parte de una élite inconforme e individualista que no se preocupa por la nación. Un discurso desgastado y ridículo que ya mostró sus fatales resultados en Ecuador y Venezuela.

A pesar de las pataletas, lo cierto es que la noche cae sobre Cristina porque Argentina es un país altivo en cuya sangre transita la revuelta frente a la injusticia. Podrá decir que hay arengas buenas y arengas malas, pero estas últimas crecen en fuerza mientras ella vive una realidad paralela cada vez más solitaria.