Desde España llegó la poltrona para Libardo
LA TELEFÓNICA DE España, en asocio con la Telefónica Colombia y Sofasa, donaron el mobiliario de un edificio en Barcelona para un asilo de Yolombó que desde hace 12 años maneja una monja de ese país.
Asus ochenta años, Raquel Madrigal anuncia que se va a casar. Y el afortunado será Darío Marín, que debe rondar por los mismos ochenta, "porque desde los 15 años nos conocemos, desde eso lo quiero", cuenta la viejita mientras la hermana Josefina le promete que va a ser su madrina y le aconseja que para que Darío no se arrepienta, "dígale que usted tiene menos, por ahí 60, 50 o 48".
Raquel, que tal vez ni le entiende el chiste, le responde con un "ay sí, yo como la quiero hermanita".
La monja, de nacionalidad española, se inunda de ternura y le responde con una frase también cargada de afecto: "y yo a usted Raquelita".
Todo ese manantial de amor tiene lugar en el Hogar Santa Ana, de Yolombó, un asilo en el que la hermana Josefina, de 81 años, trabaja desde hace 12 años y que acaba de ser beneficiado con una donación sin precedentes: la Telefónica de España, asociada con la Telefónica de Colombia y con el apoyo de Sofasa, le obsequiaron todo el mobiliario de un edificio en Barcelona para los ancianos de Yolombó.
Una obra que tuvo como artífice al peruano-español Roberto Torres, casado una sicóloga yolombina, a través de la cual él conoció a la monja y su obra.
"Yo conocí a la hermana Josefina en 2008, me pareció maravilloso que una monja española estuviera en una labor tan bella en un pueblito escondido de Colombia, y no sé, prometí que algún día la ayudaría", narra Roberto.
En 2009, la Telefónica de España decidió cambiar su edificio en Barcelona, incluido todo su mobiliario de oficina. Sillas, escritorios, lámparas, sofás, archivadores, televisores, mesas y demás. Estas cosas le dieron la luz a Roberto para acometer su obra social: él, empleado de la Telefónica, propuso el asilo para obsequiarle estos elementos.
A lo pachá
"Cuando él me ofreció eso fue una sorpresa maravillosa, pero yo le dije que de dónde íbamos a sacar plata para traer tanta cosa", recuerda la religiosa.
Roberto les pidió ayuda a varias empresas colombianas. Y la única que respondió positivamente fue Sofasa a través de uno de sus directivos.
"Me dijo que recogerían las cosas en Barcelona y las ponían en las puertas del asilo", lo que incluía transporte marítimo hasta Cartagena y por tierra hasta Yolombó.
Fueron cuatro contenedores que, hace varios días, llegaron al refugio senil en la localidad del Nordeste antioqueño.
Y dos años de tramitomanía complicada, pues Roberto Torres dice que la Aduana hizo todo muy complejo. Incluso impidió el ingreso de unas neveras, refrigeradores, equipos de enfermería, drogas y otros mobiliarios que habrían sido de gran servicio para el refugio.
Pero lo que llegó ha sido suficiente para llenar de confort a los viejos del asilo Santa Ana. Sus vidas cambiaron radicalmente.
Lo expresa Alfredo Zuleta, de 58 años, quien sufre problemas de motricidad, lo que no le impide reír y agradecer a Josefina lo que hace por él. "Ella es como mi mamá, me cuida y me protege. Cuando se va para su país, España, me quedo triste", dice este buen hombre.
La hermana afirma que a ella le pasa igual: "Cada tres años voy y viera la tristeza que siento allá pensando en ellos".
Gracias a la monja y a la Fundación para Ancianos de Yolombó, Alfredo y otros 35 viejos viven una ancianidad apacible y digna.
Libardo Sierra, de 88 años, por ejemplo, se siente feliz. "Tengo mi apartamento acá porque me ayudo pagando la pensión. Estos sofás que nos donaron son una maravilla, en ellos sí descansa uno".
Antes ellos se sentaban en taburetes de madera y sillas Rimax. Ahora descansan en cómodas poltronas y sofás.
En Santa Ana unos pocos pueden pagar, pero la inmensa mayoría no. Son beneficiarios totales de la obra.
La hermana Josefina extiende sus gracias a los Saldarriaga, una familia de Yolombó que es la mecenas del refugio. El párroco Nicolás Mejía agradece a la Gobernación de Antioquia y a la Alcaldía sus apoyos al asilo.
"La hermana es milagrosa, nos brinda amor, respeto y lucha por nosotros", dice Libardo, sentado en una cómoda poltrona de puro cuero que le llegó desde España y en la cual se siente como un pachá.