Histórico

EGOÍSTA URBANO SUELTO

05 de abril de 2014

En esta fiesta global urbana me dedicaré a buscar solamente a expertos. Me encantaría toparme con Sofía y preguntarle si ella sabe cuál es la calidad de educación que sus hijos reciben en la escuela de Altos de Cazucá. Quiero conocer la calidad de vida que les espera.  Me gustaría toparme con Miguel Ortiz y saber si su madre ya fue operada después de 11 meses  de cancelaciones porque su póliza no la cubría.

Quiero saber cuántos años le quedan de vida para que la colcha sea terminada. De Bucaramanga me encantaría cruzarme con Hortensia y saber sí todavía pasan las aguas sucias por el frente de su casa. Quiero saber cuánto demora un arquitecto en llegar.

Me gustaría también encontrarme con un gramalotero, y saber si el tejido de su familia sigue intacto, y hace cuánto no ve a sus hijos. Quiero entender cuánto aguanta ese hilo. Y de Gonzalo Bohórquez quiero  saber sí en Yopal al igual que en Paz de Ariporo el cambio climático se llevó el agua. Quiero saber cuántos años más deberán esperar los casareños para recuperar su recurso más preciado: la vida. Por todo esto y más, disfrutaré la fiesta entendiendo de ellos y de otros la “Equidad Urbana: Ciudades para la Vida”.

Desde uno de los países más diversos del mundo, y desde la ciudad que entendió que su capacidad de resistir es el motor, tenemos tanto qué aprender, pero aún más, tenemos tanto, tanto, qué enseñar.

Para Margarita Pacheco, experta mundial en urbanismo ambiental, reducir la brecha de la desigualdad en las ciudades es posible. Es cuestión de voluntad de sus dirigentes. Cuenta Pacheco que en Ginebra, Suiza, con una altísima migración de todos los rincones del mundo (en el bus o en un metro cuadrado se oyen cinco lenguas distintas), la des-estratificación, como norma urbanística, ha resultado de la mezcla de usos de suelo y de familias de distinto nivel de ingreso, idioma, credo, vestir y género. Tolerando las diferencias.

“En los edificios de los barrios residenciales, el Estado apoya los albergues a familias de distinto origen étnico y cultural, y los apartamentos subsidiados permiten alojar familias refugiadas, familias monoparentales, ancianos con ingresos mínimos y discapacitados. Mezclados con afectos similares. ¿Por qué no en Bogotá, Medellín o Cali?”, se pregunta Margarita.

Por otro lado Eduardo Ojeda, sociólogo de la Universidad Nacional y miembro de la organización People and Earth, dice que se han planteado muchas soluciones para desarrollar ciudades con buena movilidad, con adecuada oferta de educación y vivienda, con bajos índices de inseguridad, todo ello con buenos propósitos de escritorio.

Pero se pregunta ¿dónde están los indicadores que valoran la historia, el cansancio, los conflictos sociales y las lágrimas de las madres, hermanos, abuelos, hijos y padres dentro del modelo de ciudades equitativas y sostenibles? Vale la pena preguntarse sobre la verdadera fortaleza de estos gigantes del concreto, que en sí mismos no poseen la semilla de la vida, afirma Ojeda.

¿Qué tanto comparto mi espacio seguro con gramaloteros y llaneros? ¿El egoísmo e indiferencia ante la desigual seguirá orientando la planificación de ciudades en Colombia? ¿Compartirás más tu espacio?

Con seguridad, y como siempre, Medellín responderá.