Histórico

El adiós de Arley dolió en la calle

13 de noviembre de 2008

Un centenar de personas, entre los que se encontraban varios de sus compañeros, acompañaron a Santoparao, Arley Acevedo Villa, a su última morada.

Luego de celebrarse la ceremonia fúnebre en el templo principal del municipio de Amagá, amigos, familiares y mineros emprendieron la marcha al cementerio municipal.

Además, muchas personas salieron de las casas y de los establecimientos comerciales a despedirse de este personaje amaguense. Apenas había arrancado la marcha en la que todos querían cargar su féretro, una música a todo volumen con una canción alusiva de adiós, hizo que todos se detuvieran.

Pero esta no fue la única muestra de afecto y de cariño que el pueblo le brindó. Unas tres cuadras más abajo, un amigo sacó unos grandes y potentes parlantes para dedicarle también una melodía con sabor a carrilera con una bella letra de despedida.

Ya en el cementerio, cuando el féretro sellado llegó hasta la bóveda, su madre no pudo contener su dolor y tristeza, y con un grito dramático pedía que no se lo llevaran, que no se lo enterraran porque ella se quería quedar con él.

Sus palabras conmovieron a muchos de los asistentes y las lágrimas afloraron de los ojos y se derramaron por las mejillas.

Y como si el destino quisiera complacer a esta madre compungida, al introducir el ataúd éste no cupo, la bóveda era más pequeña, por lo que hubo que cambiarlo.

Angustiosa espera
Pero mientras esto sucedía en el cementerio, donde los familiares y allegados despedían a Santaparao, en la mina Carbones San Fernando reinaba la incertidumbre por la suerte de los otros cuatro mineros que seguían enterrados.

Durante todo el día se especuló sobre el rescate: que ya casi, que estaba muy complicado, que hoy (ayer) iba a ser muy difícil, que en dos horas, que ya los tenían ubicados...pero no hubo una voz oficial.

En la mañana la desesperanza tocó a la familia de Léider Giraldo Franco, cuando uno de los que participaban de la operación de rescate les comentó que las labores estaban muy complicadas. "Las condiciones son muy difíciles por lo estrecho que es el socavón y porque la peña todavía sigue derrumbándose. Por cada palada que sacamos se nos vienen cuatro", expresaba el minero exhausto, sudoroso y casi mareado.

La incertidumbre crecía aún más porque las directivas de Carbones San Fernando no solo guardaban silencio, sino un gran hermetismo hasta el punto de prohibirle a los trabajadores que participaban del rescate de hablar con la prensa.

Ya en la tarde la expectativa creció porque los comentarios, ya más alentadores, eran más coincidentes. "Estamos cerca y ya se siente el olor a descomposición", expresó uno de los mineros.

Esta no era la mejor de las noticias porque a pesar de que siempre se dijo que era casi imposible hallarlos con vida, los familiares todavía conservaban una esperanza y se pegaban de un milagro.

La noche mató la esperanza
La barrera custodiada por vigilancia privada y policía se llenó de familiares y curiosos que querían ver cuando los rescatistas salieran con los cuerpos de los mineros.

Pero el tiempo pasaba, y aunque se veía mucho movimiento, de la boca de la mina no asomaban las camillas con los cuerpos.

Por ratos la lluvia caía y hacía que la gente buscara refugio hasta que escampaba y se volvían a agolpar en la cerca para no quitar los ojos de la boca de la mina.

Hasta que a las 7:30 de la noche los organismos de socorro salieron con el primero de la jornada del jueves: Rubén Darío Ossa Ángel, "el Oso", como le decían sus compañeros y amigos.

Y con él también salieron las lágrimas no solo de sus allegados, sino también las de los familiares de los otros tres mineros, pues aunque todavía no los sacaban, sí les confirmaron que ya los habían rescatado sin vida y que los iban a llevar a la superficie, de uno en uno.

Con la noche murieron las esperanzas pero no la incertidumbre, que ahora se centraba en si los cuerpos, por su descomposición, podían ser entregados a las familias por Medicina Legal para llevarlos a sus regiones de origen: Boyacá, Caldas y la vereda Minas, de Amagá.