Histórico

El corredor del skateboarding

De norte a sur, cada vez son más los escenarios y las necesidades para practicantes de la tabla.

05 de octubre de 2012

Llevar la tabla en la mano o sostenida en la parte de atrás del cuello. Correr detrás de ella y montarse de sopetón. Ponerla a competir con mochilas y loncheras.

El mundo hoy del skateboarding está asociado a tendencias juveniles: rock, hip hop, rap, piercings, tatuajes, tribus urbanas, tenis, dialectos y apariencias físicas descomplicadas. Niños que siguen los pasos de otros jóvenes que, a su vez, recorrieron el mismo camino de los ahora más veteranos -muchachos cuyas edades no superan los 30 años-.

Juan Esteban, o simplemente Juanes, sale de su casa en Bello tirando al piso su tabla. En ella va hasta el Marco Fidel Suárez en una carrera contra el tiempo, cinco días a la semana. A su espalda carga la mochila con los elementos de estudio. Y en la tarde, a rayar piso en el skatepark del Atanasio Girardot. “Es como si fuera mi religión”, dice, mientras acaricia una vieja tabla, acabada a punta de golpes. “Me tiene que durar hasta diciembre”.

Es de la nueva generación. De esos que transita toda la ciudad sin pagar bus. “Me defiendo en la tabla; y en las lomas camino o me impulso. Nada de nerviosismo”.

Él hace parte de la onda skater que, incluso hoy le ha abierto la puerta a negocios particulares que tienen que ver, básicamente, con ropa ligera y producción de vídeos. E incluso de tiendas en las que se puede adquirir, desde una tabla, hasta accesorios como gomas, tornillos, lijas, ejes, logos.

“Yo elaboro y vendo camisetas deportivas. Llevan estampados relacionados con el mundo skater”, cuenta Sebastián López, otro de los jóvenes que diariamente sale de casa con tabla en mano a hacer el recorrido del estudio, trabajo y de las pistas de la patineta.

Y aunque no se crea, lo que en los años 80 era visto con desdén y hasta perseguido por las autoridades, hoy es una forma de vida que tiene que ver con ellos y una creciente demanda de escenarios.

El skatepark del Estadio es el destino obligado de jóvenes entre los 12 y 27 años que bajan de Robledo, La América, San Joaquín, Laureles. O desde Boston, El Poblado y Belén e incluso Bello, Envigado y Sabaneta. Ubicado estratégicamente en plena esquina que da a la estación metro Estadio y al colegio San Ignacio, este sitio es el templo por excelencia de los malabares y los desafíos.

Los antiguos parqueaderos del Atanasio Girardot y del Éxito de Envigado fueron las primeros pistas de esta práctica antes de que surgiera el metro con sus barandas y escalinatas, que fueron “tomadas” a la fuerza y aprovechando el descuido de los vigilantes.

Luego, las mini rampas y los fun box (pirámides), levantados por los propios skaters. “Ya hay un gran corredor en el área metropolitana; tenemos desde rampas y pequeños spots hasta skateparks”, advierte Juan Pablo Gallego -Barbas-.

Pero falta más. Por ejemplo, los chicos de La Estrella, San Antonio de Prado, Caldas e Itagüí piden que se les tenga en cuenta. Muchos deben hacer largos recorridos en sus tablas o utilizar el metro o los colectivos hasta Envigado, Sabaneta o Medellín en busca de un escenario. “Muchas personas no nos ven de buena gana. Nos asocian con marihuaneros o bandidos, porque ensayamos los trucos en cualquier calle”, cuenta Jorge Blanco , un muchacho de 13 años que apenas da sus primeros saltos.

No se ha hecho un censo de patinadores de tabla, pero cada vez aumenta más el número de ellos. Unos que buscan recreación; otros que la utilizan como medio de transporte. A la par también crece el número de lugares, cada vez más sofisticados y técnicos. El último de ellos, en el sector de Manila, donde está el primer escenario indoor, montado en una bodega por un amante de la tabla, Alejandro Mejía.

Y mientras los más jóvenes buscan estos lugares para mejorar la técnica de sus saltos, Tal Cual, Marra, el Boso, Migaja, Sebas, Chapu, Jaimito, los más destacados de la ciudad, le siguen los pasos al mejor de todos: David González.