El desorden patrocina los fraudes
El que la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (Noaa, sigla en inglés), a pesar de haber dicho que fenómenos como el de La Niña (lluvias) y su contrario El Niño (sequía), estaban descartados para lo que restaba de año y gran parte de 2012, se hubiera retractado para apoyar el vaticinio del Ideam (Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales), que dice que hay grandes probabilidades de que La Niña regrese al país en los próximos meses, es muy alarmante.
Siempre que nuestros habituales períodos de lluvia se vean afectados por excepcionales fenómenos meteorológicos, será motivo de preocupación, sin embargo, saber que vendrán torrenciales aguaceros en septiembre y que podrán extenderse hasta marzo de 2012, cuando buena parte del país se encuentra todavía bajo el agua y cientos de miles de damnificados aún están padeciendo, no solamente por los efectos de la pasada temporada lluviosa, sino por culpa de la consabida desidia e ineficacia estatal, es sencillamente aterrador.
Que en el gobierno de la "prosperidad democrática", el que supuestamente asumió como gran reto la superación de la crisis humanitaria y prometió que le daría un manejo diferente a lo acostumbrado, para que la experiencia vivida se convirtiera en la oportunidad para modernizar al país; en el que se tomaron todas las medidas permitidas para una emergencia económica, social y ecológica y que contó con el sí de la Corte Constitucional para una adición presupuestal, y decretó un impuesto transitorio al patrimonio (que ojalá no tenga la misma transitoriedad del dos por mil, que empezó en febrero de 1999 para atender otra emergencia y ya va en cuatro por mil), y el mismo que luego de sacar el sombrero para pedir limosnas a nombre de Colombia Humanitaria, que dicho sea de paso, es la campaña que más donaciones -nacionales y extranjeras- ha recibido en la historia, todavía tengamos damnificados completamente desatendidos, pueblos enteros en los que el nivel del agua supera los dos metros y donde no se ha hecho absolutamente nada es, desde todo punto de vista, ¡inaceptable!
Tan inaceptable, como que por culpa del pésimo estado en el que se encuentra buena parte de la infraestructura vial, nombre demasiado pomposo para la maltrecha red de caminos y trochas nacionales, todavía tengamos regiones incomunicadas o bien, que transitar por ellas implique poner la vida en riesgo.
Volverán las lluvias sí, y pondrán a flotar todas las omisiones, los retrasos, y las contradicciones de la asistencia del Estado y de los organismos encargados de atender la emergencia. Será evidente que no hubo afán, ni tampoco planeación integral para una buena atención a todos los damnificados y para la reconstrucción de todas las zonas afectadas, y no habrá dudas de que buena parte de los dineros recaudados para superar la emergencia, fueron a parar a campañas políticas de alcaldías y gobernaciones.
Además, tendremos certeza de la ineficiencia de las Corporaciones Regionales (CAR), del Instituto Nacional de Vías (Invías) y el Ministerio de Transporte, máxime, cuando se ven forzados a trabajar de manera coordinada.
Dicho en otras palabras, nos aguarda otro crudo invierno (así llamamos comúnmente los períodos lluviosos) y como siempre, será administrado con el desorden que patrocina los fraudes.