Histórico

EL ESCÁNDALO ISRAELÍ DE LA NSA

19 de septiembre de 2014

En Moscú, mientras hacía un reportaje para la revista Wired, tuve la escasa oportunidad de pasar tres días con Edward J. Snowden. Esto me permitió entender con más profundidad quién es y por qué, como contratista de la Agencia Nacional de Seguridad, dio el paso trascendental de filtrar cientos de miles de documentos clasificados.

Entre sus descubrimientos más alarmantes, me dijo, fue el hecho de que la NSA rutinariamente le estaba pasando las comunicaciones privadas de los americanos a una gran y muy secreta organización militar israelí conocida como Unidad 8200. Esta transferencia de interceptaciones, dijo, incluía los contenidos de las comunicaciones pero también los metadatos como quién llamaba a quién.

Normalmente, cuando información tan delicada se transfiere a otro país, antes sería “minimizada”, lo que quiere decir que los nombres y demás información personal identificable sería removida. Pero al compartir con Israel, la NSA evidentemente no se aseguró de que los datos fueran modificados de esta forma.

Snowden hizo énfasis en que la transferencia de interceptaciones a Israel contenía las comunicaciones, correos electrónicos al igual que llamadas telefónicas, de un sinnúmero de árabe-americanos y palestino-americanos cuyos parientes en Israel y los territorios palestinos podían convertirse en blancos, basado en las comunicaciones. “Yo creo que eso es increíble”, me dijo. “Es uno de los abusos más grandes que hemos visto”.

Al parecer los temores de Snowden eran justificados. La semana pasada, 43 veteranos de Unidad 8200, muchos aún en la reserva, acusaron a la organización de alarmantes abusos. En una carta a sus comandantes, al Primer Ministro Benjamin Netanyahu y al jefe del ejército israelí, dijeron que Israel utilizó información negativa recogida en contra de palestinos inocentes para la ‘persecución política”.

En testimonios y entrevistas concedidas a los medios, especificaron qué datos fueron recolectados en relación a las orientaciones sexuales, infidelidades, problemas financieros, condiciones médicas familiares y otros asuntos privados de ciudadanos palestinos que luego podrían ser utilizados para chantajearlos en el intento de convertirlos en colaboradores o crear divisiones en su sociedad.

Los veteranos de la Unidad 8200 dijeron que tenían la ‘obligación moral’ de no “tomar parte en las acciones del Estado contra los palestinos”. Un vocero militar israelí rechazó el sentido general de la carta pero dijo que los cargos serían examinados.

Debería molestar al público americano el que algo o gran parte de la información en cuestión, intencionada no para la seguridad nacional sino simplemente para perseguir agendas políticas, puede haber provenido directamente de la red doméstica de la NSA. Según documentos filtrados por Snowden y revelados por el periódico británico The Guardian, la NSA ha estado enviando inteligencia a Israel por lo menos desde 2009.

El acuerdox entre la NSA y su homóloga israelí cubre virtualmente toda forma de comunicación, que incluye pero no se limita a “transcripciones no evaluadas ni minimizadas, comunicaciones por fax, telex, voz, y metadatos y contenido de Inteligencia de Red Digital”.

 También debería molestar a los americanos el hecho de que la NSA podría irse por un camino similar en este país. Ciertamente hay alguna indicación, por cuenta de un documento secreto de 2012 que vi entre aquellos filtrados por Snowden el año pasado, de que ya lo ha hecho. El documento, del General Keith B. Alexander, en ese entonces director de la NSA, dice que la agencia había estado recogiendo datos de visitas a sitios pornográficos en internet y sugirió usar esa información para dañar las reputaciones de las personas a quienes la agencia considera ‘radicalizadoras’, no necesariamente terroristas, sino aquellos intentando, por medio del uso de palabras incendiarias, de radicalizar a otros. (El Huffington Post publicó una versión editada).

En Moscú, Snowden me dijo que el documento le recordaba al exceso de la FBI durante los días de J. Edgar Hoover, cuando el buró abusó su poder de monitorear y acosar a activistas políticos. “Es en gran parte como cuando el FBI trató de usar la infidelidad de Martin Luther King para convencerlo de suicidarse”, afirmó.

“Dijimos que esas cosas no eran apropiadas en los años 60. ¿Por qué lo estamos haciendo ahora? ¿Por qué nos estamos metiendo en esto de nuevo?”.

Es una pregunta que ciudadanos americanos e israelíes se deberían estar haciendo.