El Julio Mario Santo Domingo que yo conocí
POR VARIAS DÉCADAS Augusto López Valencia fue la mano derecha de Julio Mario Santo Domingo en el manejo del conglomerado. En este relato, López Valencia hace un perfil del empresario y líder.
Había escuchado mucho de Julio Mario Santodomingo varios años antes de que lo conociera personalmente, a mediados de 1968, en el Club Unión de Medellín. Por esos años yo era un ejecutivo de la Cervecería Unión y debía participar en una reunión con el famoso industrial, que ya había saltado de Cervecería Aguila, de Barranquilla, a Bavaria, en Bogotá.
Lo primero que me impactó fue su carácter y mágica personalidad de gran señor. Era un hombre que impresionaba con sus modales, su educación, sus buenas posturas y, sobre todo, su calidez con la gente que lo rodeaba. Pocos años después, la empresa en la que yo trabajaba en ese momento en Medellín también pasó a manos de Santo Domingo, por lo que empezamos a compartir mucho más tiempo, años suficientes en los que pude conocer en detalle el material de gran empresario del que estaba hecho.
Compró a Cervecería Unión en 1972 y yo solo empecé a trabajar directamente bajo sus órdenes en 1985. Era un empresario de cuna que tuvo la gran fortuna de contar con el mejor maestro en estos oficios de hacer empresa; su padre, Don Mario, le transmitió el espíritu para hacer crecer pequeñas factorías en grandes multinacionales. Fui testigo de sus iniciativas, que no solo se afincaban en Estados Unidos, sino que traspasaban el Atlántico. Montó negocios en Portugal y España e hizo prosperar sus emprendimientos en Colombia y algunos países de la región.
Bien entrados los años 90, el conglomerado de empresas empezó a configurarse de manera más sólida y Bavaria se convirtió en un porta-aviones corporativo. De ese portafolio sobresalieron muchas compañías en las cuales tenía el control total y otras en las que solo tenía unas acciones.
Brillaron algunas como el Banco Comercial Antioqueño, Vikingos y Avianca (empresa a la que Julio Mario le tenía gran afecto por que era el capricho de su padre), mientras que en empresas del departamento de Antioquia como Suramericana, Compañía Nacional de Chocolates y Noel, entre otras, se tenía interés y pocas acciones. Fue una disputa hostil, pues en ese momento había mucho regionalismo, muy distinto a lo que ocurre hoy en día, en donde hay más apertura societaria.
Su olfato era superior para los negocios, veía una oportunidad en cada reunión. Nunca fue un hombre atropellador, sino absolutamente respetuoso con sus ejecutivos, sabía delegar y apreciaba de manera especial la lealtad de sus más cercanos. Es, quizá, el hombre más combativo y a su vez competitivo que he conocido, pero no era un tipo de odios. Esas son quizás las virtudes que lo llevaron a consolidar un imperio que hoy no solo tiene intereses en el país sino en todo el mundo.
Julio Mario Santo Domingo fue reconocido por sus finos modales, sus vestidos de grandes diseñadores y su amplio bagaje cultural. Era políglota, pues dominaba el español, inglés, portugués y francés, y le gustaba leer a los escritores e intelectuales de moda en su propio idioma. No era bebedor, más bien era un tenista consumado, jugaba a diario, sin importar dónde estuviera.
En las juntas miraba los resultados de las empresas al detalle y prestaba especial interés a los emprendimientos sociales. Era un patriota que veía en el Estado una entidad superior que había que preservar con democracia. En ese sentido, mantuvimos muy buenas relaciones con los congresistas de turno como una fórmula para construir país.
Cuando me retiré del Grupo a mediados de 1999, las empresas de Santo Domingo estaban sincronizadas como uno de los grupos empresariales más importantes del continente. Su espíritu abrió el camino a los empresarios que hoy están comprando compañías en el exterior. Su fórmula era sencilla: rodearse de los mejores para obtener resultados superiores.
Así conocí a un hombre que no sólo fue amigo entrañable del presidente Alfonso López, sino también de Henry Kissinger, un líder que le dejó una honda huella en su pensamiento. Adiós a un hombre que sentó las bases empresariales de la Colombia del siglo XXI.