Histórico

El legado del escritor, del hombre

Su huella es innegable en la literatura, el periodismo y en la historia contemporánea de Colombia.

18 de abril de 2014

Su nombre es legado en sí mismo: Gabriel García Márquez, tres palabras que forman un cuento completo. Su nombre y su profundo contenido marcaron unas huellas que han seguido muchos, definiéndolas, repasándolas tanto que los huecos en la tierra se sienten profundos, incapaces de ser borrados por una naturaleza feroz e inclemente.

De él se ha hablado por la literatura, por el periodismo, por sus ideas políticas, por la fotografía del ojo morado, por las crónicas y perfiles que ha inspirado, por la creación de instituciones dedicadas a las que fueron sus pasiones, por el Caribe, por Aracataca, por Macondo, por el Realismo Mágico, por el Boom Latinoamericano, por un tren, por ser tantos García Márquez como lectores han pasado, una tras otra, sus páginas.

Dijo Rodrigo Moya, fotógrafo que inmortalizó en los 70 el rostro amoratado del Nobel, después de un incidente con Vargas Llosa, que Gabriel García Márquez era tal vez el "más popular de los mortales", porque una asombrosa cantidad de gente se refería a él como Gabo, como si lo conocieran de toda la vida.

Gabo, el Nobel, Macondo y el Realismo Mágico son las otras palabras, las positivas, por las que se conoce a Colombia en el exterior. Sería eterna la cifra, si se hiciera la cuenta de cada vez que se hace mención de él en una conferencia, en una clase de periodismo o de literatura, en un ensayo, en un libro de otro autor. Sus frases se conservan como tesoros y como guías, que siguen discípulos fieles de ese dios que gobernaba en Macondo (como se refirió a él alguna vez el escritor Juan Villoro ).

Exaltó el crítico español Javier Aparicio, en su artículo Enseñando el oficio del novelista, unas palabras del escritor, "creo que quienes más se hacen a sí mismos la pregunta de cómo se escribe una novela son los propios novelistas. Y también a nosotros mismos nos damos cada vez una respuesta distinta (…). Me refiero, por supuesto, a los escritores que creen que la literatura es un arte destinado a mejorar el mundo. Los otros, los que piensan que es un arte destinado a mejorar sus cuentas de banco, tienen fórmulas para escribir".

Y él mejoró el mundo, profundizando acerca del ser literario y periodístico. En los talleres que dictó y que se consignan en el libro Cómo se cuenta un cuento, enseñó a su auditorio a observar los detalles, sin sutilezas, con contundencia. Recordó una fotografía del entierro de Hiroíto, en la que aparecía la nueva emperatriz, rodeada de hombres de seguridad y de una multitud, en un día lluvioso, y ella con un paraguas... Se detuvo en el paraguas, seguro de que en él había una historia y convenciendo a quienes lo escuchaban de que en ese objeto había una magia.

Esa didáctica aún marca la labor de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), que se estableció en Cartagena en 1994, como resultado de una antigua preocupación de García Márquez por "estimular las vocaciones, la ética y la buena narración en el periodismo", se explicó desde la entidad. En 1985 lideró la creación de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. Al año siguiente, llegó su filial, la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños, en Cuba.

"García Márquez dignificó el oficio del periodismo de muchas maneras. Como reportero, enriqueció su trabajo con la sensibilidad y la riqueza expresiva de la literatura. A la idea del periodista como transmisor de información oficial, le contrapuso la idea del contador de historias (...). En las últimas dos décadas hizo una contribución invaluable a mejorar la calidad del periodismo de Iberoamérica, a través de la Fundación", comentó Gustavo Arango, profesor de Literatura en la U. de Nueva York, en Oneonta, y estudioso de su obra.

El García Márquez de Gustavo Arango es el de los pocos y breves encuentros, "cuando alentó mis intenciones de ser escritor. El que robó un ejemplar del libro que escribí sobre él. El que me mostró las alturas a las que un verdadero artista puede y debe aspirar".

"Creo que solo Shakespeare puede alardear de tan extendido e instantáneo reconocimiento de producto", escribió Gerald Martin, en un texto incluido en el libro El arte de leer a García Márquez.

En el mismo libro, que contó con la compilación de Juan Gustavo Cobo Borda, el autor mexicano Carlos Monsiváis, aseguró que en torno a García Márquez crecieron al menos dos industrias: una editorial y otra académica "¿cuántas tesis establecen con minucidad el árbol genealógico de los Buendía?".

Un premio de periodismo lleva su nombre. Ha sido figura paterna para escritores colombianos, cree Gustavo Arango, "algunos quisieron imitarlo, otros han querido definirse a sí mismos rechazándolo. Su éxito ha motivado a muchos a hacerse escritores, porque piensan que la literatura puede ser una manera de ser famosos y codearse con el poder".

Qué habría sido del universo literario sin su obra. Sin él como inspiración. Sin sus anécdotas. Sin los momentos que protagonizaba sacados de una rara ficción, como el que narró el periodista Juan Cruz, ocurrido en Barcelona, cuando al tocar a su puerta fue recibido por una carcajada. "Había situado, acoplado al timbre, un chisme que reproducía una carcajada. Luego le pregunté qué era: "Como no sé recibir riendo, se ríe el muñeco, y ya la gente entra contenta".