EL MALTRATO A LA MUJER
El Presidente Obama y su esposa se encontraron con un antiguo novio de ella. El Presidente le comentó: Si te hubieras casado con él, ahora serías la esposa de un bibliotecario. Si me hubiera casado con él, dijo Michelle, ahora él sería presidente de los Estados Unidos.
Por alguna razón que resulta desconocida, el hombre ha sido considerado como un ser superior sobre las mujeres. La misma historia bíblica que narra metafóricamente la historia de Adán y Eva muestra que ella salió de la costilla de él, planteando de esta manera una marcada diferencia: a ella como dependiente. Lo curioso es que este mismo esquema se encuentra en varias leyendas indígenas colombianas, que nada tenían que ver con la versión bíblica.
El maltrato a la mujer no es nada nuevo. Desde siempre el hombre ha ejercido su poder físico para imponerse sobre las mujeres. El maltrato incluso ha sido adoptado como comportamiento social aceptado por algunas culturas antiguas y modernas. Es frecuente escuchar, aun hoy en día, que una mujer se preocupa que su hombre no la quiere lo suficiente porque no le pega. Sin embargo, es claro que la mujer no tiene por qué ser maltratada en ninguna forma. Aún el problema es casi epidémico pero al menos se habla con mayor claridad sobre este asunto. El silencio de la sociedad, especialmente de la misma mujer, ha sido un obstáculo para solucionar el problema. Callan por miedo, por ausencia de otras soluciones, por conveniencia económica o falta de recursos.
Otro aspecto es que muchas personas creen que se habla de violencia solamente cuando hay agresión física, puños, golpes, hematomas, y no consideran el maltrato verbal o psicológico como violencia, siéndolo.
Una mujer maltratada con frecuencia desarrolla mecanismos de sometimiento que son casi absurdos pero reales. Pasa del amor al miedo en segundos. En un momento decide denunciar pero al poco tiempo decide retirar la denuncia. Se establece entonces un lazo enfermizo con el agresor, de amor y odio simultáneos. Se crea una dinámica de dependencia.
Otro comportamiento que suele presentarse con frecuencia en este tipo de relaciones enfermizas es el llamado "síndrome de Estocolmo". La víctima, sin dejar de serlo de hecho, desarrolla un mecanismo que la lleva a negar la parte violenta del comportamiento del cónyuge mientras que al mismo tiempo desarrolla un vínculo con el lado positivo, ignorando sus propias necesidades y volviéndose hipervigilante ante las necesidades del agresor.
La normatividad en Colombia es clara y completa, sólo que no puede aplicarse por falta de denuncias y porque las víctimas ceden fácilmente a otras motivaciones de miedo o de Estocolmo.
La igualdad de derechos de los sexos, no pude continuar siendo un papel de hermosa factura sino una realidad que todos debemos buscar. Es necesario que las mujeres se decidan a no estar sometidas brutalmente como esclavas o como objetos