El mar se roba volcán de Arboletes
SOLO 30 METROS separan las aguas del Caribe de su volcán. Si se lo traga, la comunidad se queda sin su principal patrimonio natural.
Al principio el daño fue muy lento, casi ni se notaba, pero en los últimos años y meses la cosa se ha acelerado y si no se frena a tiempo el desenlace será fatal: el mar está a punto de tragarse el volcán de lodo de Arboletes y ese, en palabras de muchos residentes en esta localidad de Urabá, "sería un desastre de carácter mundial".
Lo dice Sergio Atehortúa, un paisa de los muchos que se fueron a vivir a ese paraíso terrenal hace muchos años atraídos, entre otras cosas, por la paz que se respira y, principalmente, por su volcán de lodo que, dicen, está entre los más grandes del mundo, "y es el único que queda pegadito al mar", como afirma Graciela Serna, otra paisa de Medellín que buscó asiento en esa región.
Arboletes sin el volcán de lodo se muere, es la afirmación concluyente de Sergio, que ayer, unido con otro grupo de dolientes, organizó y motivó una marcha pacífica para lanzar un S.O.S. para que el Estado colombiano no deje morir este patrimonio.
Y es que el deterioro que ha sufrido esta riqueza natural, a la que vienen a conocer y a sumergirse personas de todo el mundo, está a unos pocos pasos del colapso, digamos que a unos treinta metros de que el mar Caribe se lo lleve, lo que tiene alarmada a la población, tanto a los nativos como a los colonos, que paradójicamente son los que más se están moviendo para evitar el desastre.
¿Cuál es la cura?
Luis Bernardo Gómez, otro medellinense que ya jubilado se fue a buscar la tranqulidad de la vejez en esta apacible localidad, define el problema del volcán y su solución en un símil muy sencillo: "yo no puedo ir al médico enfermo del corazón y de la uña del pie y que me atiendan primero la uña".
Es lo que piensan los defensores del cráter, que consideran que hace unos cuatro meses se empezaron a construir espolones cortaolas en las playas cercanas al casco urbano, pero este trabajo no era tan urgente en esa zona, como sí en la del volcán, que es donde más daños está causando la erosión del mar.
"Cuando se aprobó el dinero para esos espolones el proyecto arrancaba en Puerto Rey (municipio de Los Córdobas, en Córdoba) y se iba hacia Arboletes, pero la Gobernación cambió los diseños y no tuvo en cuenta la zona del volcán", sostiene José Morales, ex presidente del Concejo y ahora representante de la sociedad civil.
Mucha gente apoya que se construyan los espolones, porque van a salvar las playas aledañas al casco urbano y eso activará el turismo, pero quisieran mejor que se salvara el volcán de lodo, que consideran un patrimonio no sólo de su pueblo sino de Colombia y del mundo.
"Si dejaran morir ese volcán, el mundo no lo perdonaría, es un bien de la naturaleza y hay que protegerlo", sostiene Gildardo Flores Acosta, veedor de las obras que hoy se construyen.
Este grupo -como dijimos, la mayoría colonos que reconocen como nadie la inmensa riqueza que significa el volcán- propone que se suspenda de inmediato la construcción de los espolones, obra en la que se están invirtiendo casi 15.500 millones de pesos, y se arranque con la construcción de estructuras de contención para que el mar deje de tragarse las tierras aledañas al cráter. Y que el Dapard vaya urgente a Arboletes.
En un recorrido que hicimos con los dolientes del problema pudimos apreciar cómo cada día las aguas del mar han ido erosionando la tierra. Ya en el tramo de unos treinta metros que separa el mar del volcán se ha formado una grieta casi de tres metros de profundidad por la que están rodando hacia el océano cantidades de lava.
Además, cada que la marea sube se traga y se traga tierra. Ya prácticamente en esa zona no hay playas, cuando hace veinte años había casi 200 metros de arenita blanca para echarse a broncear la piel.
"Eso era muy amplio patrón, pero ya no hay nada", comenta Sixto Manuel Silgado, que vive hace cincuenta años junto al volcán.
Él dice estar triste, pues cada vez es más inminente el colapso. "Acá han venido gringos a curarse. Una vez trajeron un muchacho en silla de ruedas, estuvo quince días, lo metíamos al lodo cada dos horas y se fue caminando, este lodo es milagroso", afirma.
Lo sostienen todos en el pueblo. Pero lentamente se va. El mar, que fue su aliado, lo ha ido derrotando como un monstruo que se traga todo lo que se le atraviese. Y el volcán carece de defensas. Si acaso lo contaminará con su lava peor que la mancha de petróleo que se derramó sobre el litoral hace dos meses. Pero sólo quedará llorar y Arboletes estará muerto, "¡claro!, porque mar y playas hay en muchas partes y más lindas y limpias, pero el volcán está solo acá", apunta Graciela Serna. Y su voz se pone triste, muy, muy triste.