El odio se inculca, el amor nace: Mandela
La única arma con la que convenció al mundo fue su increíble poder de palabra y sus discursos inmortales.
¿En qué consistió el coraje de este héroe de nuestro tiempo? En algo tan elemental como inaudito: en trabajar con el enemigo hasta convertirlo en compañero para construir las condiciones de la paz. Pregonaba Mandela que nadie nace odiando. Que para odiar se necesita que alguien lo inculque. Entonces, también se puede enseñar a amar, porque "el amor llega más naturalmente al corazón del hombre que el odio".
De modo que tal vez Colombia no solo dirigirá oraciones y condolencias como muestras de consideración a uno de los hombres más carismáticos del mundo. Colombia, en un momento en el que se juega el resto de su destino, bien podría intentar reflejarse en el espejo sudafricano para recuperar la convivencia, para desarrollar propósitos comunes, para sembrar un nuevo pacto político y social.
En sus bríos de juventud y enfurecido por las infamias del apartheid Mandela le apostó a la guerra a muerte para liberar a su pueblo. Al ser capturado fue condenado a cadena perpetua en una isla diminuta. Muchos de sus compañeros de prisión se suicidaron o enloquecieron. Él, en medio del sufrimiento, se templó como el acero y sus reflexiones lo llevaron a abrazar las enseñanzas de Martin Luther King, contra la segregación en E.U. Más tarde predicó la noviolencia de Mahatma Gandhi. Estas enseñanzas método probó ser más poderoso que cualquier amenaza. Así, al final de su lucha, no necesitó disparar una sola bala para convencer primero al mundo, después a sus propios enemigos de la necesidad de ponerle un fin a décadas de odio.
Mandela, un político de esos que el mundo pide a gritos y en grandes cantidades, se convenció del poder inmortal de la palabra, para mover montañas de opresión.