Histórico

El patrono de los poetas

11 de diciembre de 2009

El lunes próximo se celebra en la liturgia católica la fiesta de san Juan de la Cruz, patrono de los poetas.

Por este motivo dedico este comentario al místico español del siglo XVI, quien murió en la ciudad andaluza de Úbeda, en la noche del 13 al 14 de diciembre de 1591, a los 49 años de edad.

Como quien dice, me evado de la actualidad noticiosa y me voy, yo también, por los cerros de Úbeda de la mano del poeta carmelita.

Y valga recordar, para que no tengan necesidad de buscar en el diccionario los que desconocen este dicho, que andar por los cerros de Úbeda significa decir algo fuera de propósito.

Y eso -me temo- es para muchos dedicar una columna de opinión de un periódico a un poeta, más aún si es místico y santo.

Ustedes perdonan.

San Juan de la Cruz fue declarado oficialmente patrono de los poetas españoles por el Papa Juan Pablo II, en 1993, en Fontiveros, el pueblito castellano donde nació el santo en 1542. Se dio así formalidad canónica a un hecho ya existente, porque en 1942, en el cuarto centenario de su nacimiento, los poetas españoles, por su cuenta y riesgo, lo habían declarado su patrono.

Fue un patronato estrictamente lírico, hecho sobre los escombros de la guerra civil española y al amparo del libro de Dámaso Alonso, "La poesía de san Juan de la Cruz. Desde esta ladera", que marcó el renacimiento del interés humano y literario por el fraile carmelita.

Lo curioso es que este patrono de los poetas apenas escribió 972 versos, en los 12 poemas que de él se conservan. Pero fue suficiente tan exigua producción poética para alcanzar la más alta cumbre de la lírica española.

Conocedor de las corrientes literarias de su época (Boscán, Garcilaso, cancioneros populares y romanceros), a la hora de versificar es original, ecléctico, autónomo.

Su poesía nace de nuevo cada vez que se lee. Su inspiración desborda y su logro estético desata en el lector una emoción inusitada. E inesperada.

Un lector de poesía que no haya degustado los poemas de san Juan de la Cruz es como un melómano que no hubiera escuchado nunca a Mozart.

De su pluma brotan, asombrando por su belleza y su inspiración lírica, poemas ya clásicos de la lengua castellana y de la literatura universal, como "Cántico espiritual", "Noche oscura", "Llama de amor viva", "La fonte", "El pastorcico" y otros delicados cantares y romances.

Son versos para saborear, que hieren hondamente, no solo por su contenido místico, sino por su maravillosa confección literaria.

La pureza sensual de sus metáforas y adjetivos, enhebrados en la delicada cadencia de las estrofas de sus poemas, en las que el verso es manejado limpiamente, sin sacrificar la inspiración en aras de la alegoría erótica que sustenta la vivencia mística de las relaciones entre Dios y el alma, convierten la lectura de su poesía en una experiencia inefable. Y, por lo tanto, lanzada siempre hacia el Absoluto, hacia la trascendencia.

San Juan de la Cruz es patrono de los poetas no porque sea santo, sino porque es poeta. Un poeta humano, "entre las azucenas olvidado", pero que nos permite adivinar, "a zaga de su huella", que Dios en última instancia es también poesía.

Para terminar, y como invitación a leer la poesía de Juan de la Cruz en esta navidad, repito lo que alguna vez escribí, refiriéndome a la poesía del santo carmelita y que puede sonar a herejía o ser, simplemente, una de esas incongruencias que dice uno cuando se pierde por los cerros de Úbeda:

"Ahí están, intensos, vitales, conmovidos, su poemas de amor. Si detrás de este amor no está Dios, si en el fondo de estos versos no está Dios?, Dios no existe".