Histórico

El péndulo de la historia

29 de abril de 2010

Al igual que buena parte de la población colombiana, el martes en la noche seguí por televisión el debate entre los seis políticos aspirantes con mayor opción a la Presidencia de la República. Bastante interesante y esperanzador para mentes expectantes.

Me llamó especialmente la atención la expresión de uno de los candidatos cuando se refería a la necesidad de combatir a la corrupción como herramienta de la política. Otro de ellos se refería a la incuestionable participación de las mafias en los pasados comicios electorales para el Congreso. Podríamos plantear, entonces, que la política estaría alimentada por la mafia y la corrupción. En tal caso, las amenazas contra la democracia y el Estado no estarían sólo en las selvas colombianas sino también en el corazón de la institucionalidad. Grave problema.

De otra parte, recuerdo que durante varios años, no sé si aún, los trabajos más importantes de la Escuela Superior de Guerra en el ámbito político-estratégico, identificaban a la corrupción y la impunidad como los factores generadores de violencia más importantes, por encima de la pobreza y el desempleo. Tales factores propician y alimentan agentes como la subversión, el paramilitarismo, el narcotráfico y la delincuencia en general.

Lo anterior explica el porqué la paz sigue siendo esquiva, a pesar del heroísmo de los soldados, de las fuertes inversiones financieras en el sector castrense y de los aciertos en los esquemas militares. Se aplica el mayor esfuerzo sobre los agentes, antes que a los factores generadores. Se prioriza el efecto sobre la causa. Se deja la iniciativa a las amenazas y se pierde claridad sobre el objetivo supremo.

La paz, en un ambiente de justicia, dignidad y desarrollo sostenible no será el resultado de estrategias dicotómicas. La derrota militar por aniquilamiento o la concertación en una mesa de negociaciones son supuestos equivocados. La paz en las circunstancias antes descritas debe verse como un proceso de construcción colectiva, bajo el liderazgo del Ejecutivo nacional, el irremplazable apoyo de la Fuerza Pública y el compromiso de toda la sociedad nacional en su conjunto.

En el comienzo de este siglo hemos visto las dos posiciones que se vieron como antagónicas: el concentrar el esfuerzo en el proceso de negociación, bajo la responsabilidad del presidente Andrés Pastrana, o el accionar de la Seguridad Democrática, fundamentado en la autoridad y el control territorial, bajo el liderazgo del actual presidente Álvaro Uribe. Uno de los seis candidatos que participaron en el debate del martes tendrá la responsabilidad de fijar el nuevo rumbo, interpretar las vibraciones del péndulo de la historia y comprender si terminó su periodo e inicia su regreso con nuevos atributos o, al contrario, continúa en el mismo sentido.

Qué bueno sería que el vencedor de la contienda electoral comprenda que la situación exige especial fundamentación ética en su gobierno y gran valentía para adelantar transformaciones de fondo, porque las amenazas no solo provienen del entorno sino también dentro del amplio espectro de la gestión política. El reto incluye la revisión de la denominada "Doctrina Lleras" planteada por el presidente electo en los comienzos del Frente Nacional y el construir procesos incluyentes que armonicen acciones colectivas en contravía de la visión restringida de una confrontación simple bipolar de gobierno- grupos armados irregulares. La paz es un beneficio, una responsabilidad y un compromiso de todos los colombianos.