Histórico

El perdón de la Iglesia

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22 de marzo de 2010

Cuenta la leyenda árabe que dos amigos caminaban perdidos por el desierto. Cansados, un poco deshidratados y con sus túnicas blancas aleteadas por el fuerte viento, los caminantes imprimían sus huellas en la arena.

La tensión se adueñó del ambiente cuando Omar culpó a su compañero y lo insultó duramente por estar perdidos. Hadid, sorprendido, humillado y triste, se alejó de su compañero unos pasos y escribió con su bastón en la arena: "mi amigo me dio una bofetada en el rostro".

Omar, quien se dio cuenta del hecho, se quedó en silencio y esperó a que Hadid regresara a su lado para continuar con la búsqueda de su destino.

Dos horas después de dar pasos inseguros y sin un rumbo claro, Hadid cayó al suelo víctima de la deshidratación. Su compañero corrió a ayudarlo y sacó de su vestimenta la última cantimplora de agua que tenía y, sin dudarlo, se la dio toda a su amigo.

Una hora después, ya con las estrellas como sábana, Hadid recuperó sus fuerzas. Al hacerlo, saco un cuchillo de su túnica, se acercó a la gran piedra donde descansaba su generoso salvador, y sin pensarlo tatuó en la roca con su puñal: "Omar me salvó la vida".

Intrigado, Omar le preguntó a Hadid por el significado de esas letras. "¿Por qué después de que te ofendí escribiste en la arena y ahora en cambio lo haces en una piedra?"

Hadid respondió sonriendo: "Cuando un amigo nos ofende, debemos escribir en la arena, donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo. Pero cuando nos ayuda, debemos grabarlo en la piedra de la memoria, donde nada podrá quitarlo".

En un gesto sin precedentes, el Papa pidió perdón en una carta a los irlandeses por los casos recientes de pederastia. En sus letras Benedicto XVI expresó vergüenza y arrepentimiento en nombre de la Iglesia Católica y reconoció que la confianza de los feligreses había sido traicionada y violada su dignidad. Ahora bien, en estas palabras de perdón el Papa no atribuye responsabilidad al Vaticano, ni impone sanciones a los agresores.

La Iglesia ha generado "un muro de silencio" -como lo definió el gobierno alemán por hechos similares a los denunciados en Irlanda- que ha obstaculizado numerosos procesos contra los curas acusados. Esto ha generado una cultura de permisividad para que sigan ocurriendo estos horribles casos, y una impunidad de los hechos probados.

Bien hizo la Iglesia, en cabeza del Papa, en reconocer estos hechos en Irlanda y pedir perdón por ellos. El no esconder sus errores es el primer paso para que no vuelvan a ocurrir. Pero en este momento la Iglesia tiene que dar más de eso: debe tomar medidas claras frente a estos hechos asumiendo responsabilidad por su silencio, reparar a las víctimas por los daños, imponer sanciones dentro de la institución y ayudar a la justicia a sentenciar a los agresores. Mientras no lo haga, su arrepentimiento y vergüenza sólo serán palabras escritas en la arena.