Histórico

El poderío quintacolumnista

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25 de octubre de 2009

Si no fuera por la capacidad de investigación y denuncia del periodismo ( voz de los que no tienen voz ), se quedarían impunes incontables delitos, injusticias, arbitrariedades, engaños y chanchullos. Se esfumaría la esperanza de ponerle freno a la corrupción de mil cabezas. Pero el gran riesgo consiste en prestarse, por falta de cautela y mínima astucia, a las manipulaciones de una quinta columna que acecha para neutralizar los tres poderes institucionales, incluso el supuesto cuarto poder, el mediático.

De tanta ingenuidad sería negar que en un país de la significación geoestratética de Colombia hay alguna modalidad del espionaje, como asegurar que no amenazan desde hace tiempos unas formas siniestras de subversión enquistadas en la maraña burocrática estatal, o en el sector privado.

En todos los capítulos de la historia humana ha habido espías y episodios de traición y camuflaje de planes turbios. Esta ha sido materia atrayente del cine y la literatura. Entre los espías, los infiltrados y los filtradores de información secreta hay enormes afinidades. Intuyo que no demora en rodarse en este país un thriller de espionaje basado en los escándalos recientes.

En el fragor de la guerra civil española, el famoso general Emilio Mola (nacionalista de línea ultradura, recordado por Neruda en el tremendo poemita Mola en los infiernos ) dijo en una alocución radial de 1937 que, además de las cuatro columnas militares que luchaban en Madrid contra los republicanos, había una quinta, formada por civiles. Por la misma época, Hemingway escribió, desde su refugio en el madrileño hotel Florida, La quinta columna , obra no tan célebre como las demás que hizo nacer en España, pero que le dio vigencia literaria a la nueva expresión.

Quinta columna, quintacolumnista y quintacolumnismo son voces aceptadas por la Academia. No aluden a figuras abstractas sino a seres y conductas ocultos pero reales. Por todas partes hay quintacolumnistas. Su propagación tiene que preocupar, sin entrar en estado de pánico. El asunto hay que manejarlo con inteligencia de la buena, con discreción y sin echarle leña al fuego para dar pábulo a irracionales cacerías de brujas. Pero hay que afrontarlo.

Se ha repetido que la democracia porta el germen de su propia destrucción. Lo advirtió a su modo Karl Popper en la afilada crítica de seudointelectuales y autócratas que atentan desde adentro contra las libertades y los derechos fundamentales ( La sociedad abierta y sus enemigos , 1945). Está para que se investigue la conexidad entre las filtraciones de información protegida por la reserva y la presunta extensión de una corriente subrepticia, de fuentes solapadas, que se lucran de esa obsesión febril y hasta de buena fe por la primicia con el pretexto de la fiscalización sin límites. El poderío quintacolumnista no es invención fantasiosa.