El reto de educar en crisis
Alos propósitos y objetivos normales del sistema educativo se adiciona el reto de educar ante la crisis global, que no es sólo económica sino también de valores. Es una cuestión que va más allá de las metas y definiciones convenidas en los proyectos pedagógicos institucionales. El comienzo del año lectivo en esta semana es propicio para una reflexión de fondo.
¿Cómo sintetizar los retos de la educación para 2009, sin reducirlos y sin restarle trascendencia en el tiempo a la misión educativa? ¿Y cómo convertirlos en finalidades y articularlos a la realidad del país en tiempos de crisis? Este año es decisivo para avanzar en las políticas de inclusión y equidad. Comienzan a instrumentarse los requerimientos del Plan Decenal configurado en 2008. Se afinarán los referentes de calidad. Se pretende fortalecer el sistema nacional de evaluación. Hay todo un catálogo de proyectos estratégicos. Y empieza a desarrollarse el plan del Bicentenario de la Independencia, con énfasis en el estudio de la historia mediante la participación de todos los integrantes de las comunidades educativas.
Aunque la solución para los problemas nacionales y globales dependa en forma directa de los gobernantes, la responsabilidad de los educadores, como formadores de líderes y buenos ciudadanos, es clara e ineludible. El presidente del BID advirtió hace algunos días en Medellín sobre la grave tarea de educar en tiempos de crisis global. En recientes eventos del sector ha comenzado a tratarse esta suerte de compromiso sobreviniente, añadido a planes y propósitos normales.
Como proyecto de futuro la educación ha discurrido con un ritmo distinto del que marca el llamado mundo de la vida. Aunque las circunstancias fuerzan la corrección de ese asincronismo tradicional, para que la realidad educativa se acompase con la sociedad se precisa una actitud ética y comprensiva que haga posible el cambio y la relación con lo actual. La calidad y la pertinencia y la misma cobertura son conceptos elaborados a partir de las expectativas sociales, como finalidades que no pueden quedarse en lo abstracto y requieren aplicación práctica y evaluación. No bastan los objetivos estratégicos, si no se tiene conciencia de que la realidad actual está marcada por el signo de lo anormal y se mantiene en estado crítico.
Es ilusorio seguir pensando que la educación pueda distanciarse de las emergencias y mantenerse en un ámbito indiferente. Es urgente un cambio de mentalidad que mueva a educar y educarse en y para la crisis. En los tiempos actuales y pese a las formidables tentaciones facilistas, hay que revalorizar la disciplina, el esfuerzo, condiciones de la excelencia, con el antiguo lema de "a lo grande por lo difícil" (ad augusta per angusta). Un país educado, con capacidad de asumir de modo inteligente y proactivo los desafíos, puede blindarse para convertir cada crisis en una oportunidad de renovación y crecerse en medio de las circunstancias adversas.