El San Vicente, 100 años de buena salud
De las penurias de una enferma adinerada surgió la idea de fundar el hospital del pueblo paisa en 1913.
Un busto en mitad de la vía principal, la que conecta con los distintos pabellones es, físicamente, el principal recordatorio que en el Hospital San Vicente Fundación hay de su fundador, Alejandro Echavarría Isaza. Pero la mejor gratitud está en el alma de cada directivo, de cada empleado y ¿por qué no?, de los pacientes.
Fue hace cien años que a este hombre visionario y creador de varias empresas, entre ellas Coltejer, se le ocurrió la idea de donar un hospital grande y donde cupiera toda la gente de Antioquia, según relata el actual director de la institución, Julio Ernesto Toro.
Pero Toro, al decirlo, recoge lo que un día contara Guillermo Echavarría, hijo de don Alejandro, sobre la razón que llevó a su padre a darle vida a esta institución
“Un buen día, a comienzos de 1913, estando todos reunidos en la casa paterna, donde mi madre se encontraba gravemente enferma, nuestro padre nos dijo, palabras más, palabras menos, lo siguiente: he visto tanto sufrir a su madre durante esta enfermedad, que me he puesto a pensar que si ella, disponiendo de comodidades y todos los recursos de la ciencia médica ha padecido tanto, ¿cuáles serán los sufrimientos de los pobres en sus enfermedades sin quien les proporcione alivio, sin recursos para pagar médicos, operaciones y medicamentos?”.
Como era hombre de decisiones firmes, días después, el 16 de mayo de ese año, Echavarría ya estaba reunido en el Palacio Arzobispal con las autoridades eclesiásticas y civiles eligiendo la Junta Directiva y dándole vida a la institución de salud más grande de Antioquia: el hospital San Vicente de Paúl, hoy llamado San Vicente Fundación. Ese 16 de mayo quedó inscrito como la fecha de su nacimiento y por eso el hospital celebra, este 2013, su centenario.
Claro, aunque con Echavarría fue diciendo y haciendo, el proceso de construir no fue fácil. Medellín era apenas una aldea de poco más de 70 mil habitantes, pero ya insinuaba crecimiento. Se visualizó un lote de 13 manzanas, de la magnitud que deseaba don Alejandro, y allí decidió levantar la institución soñada.
“Este lote era un pantanero, conocido como la Manga de los Belgas, propiedad de Rafael Chevalier De Bauer, y se compró por 13.000 pesos oro amonedado”, recuerda Toro.
Los primeros pacientes
El 24 de agosto de 1913 se puso la primera piedra y 13 años después, con dos pabellones, se atendieron los primeros pacientes. “En ese tiempo todo era medicina general, sólo existía la Facultad de Medicina y eran pocos médicos, no existían tantas facultades ni las especializaciones”, afirma Toro, que está en la institución, en dos períodos, desde 1981. El actual arrancó en 1994.
Antes del San Vicente, en Medellín hubo un hospital público. Se llamaba el San Juan de Dios y estaba ubicado en la calle Colombia con Cúcuta. Allí hacían sus prácticas los estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia. Pero la institución estaba en crisis ante el crecimiento que vivía la ciudad y el auge de muchas enfermedades, y la Asamblea Departamental ordena el traslado de los pacientes y el mobiliario existente para el nuevo hospital San Vicente, que aunque privado, iba a ser una institución abierta a todos. Este hecho se dio en mayo de 1934, con el traslado de 140 pacientes.
Pero los primeros enfermos llegaron el 1 de enero de 1926, “eran empleados del Ferrocarril, porque para la construcción del hospital se hizo un convenio: el ferrocarril traía materiales y el hospital pagaba con atención a sus trabajadores”, relata Toro.
Una de las curiosidades de esta infraestructura fue que los planos se hicieron a control remoto: los realizó el arquitecto francés Augusto Gavet, quien para entonces construía los grandes hospitales del país galo. Todos los detalles y diseños llegaron por barco y décadas más tarde vino la recompensa: el hospital fue declarado bien de interés cultural por su bella arquitectura.
Grandes desarrollos
Pero si para 1926 el sueño de don Alejandro ya era una realidad, para 1934 ya todo estaba consolidado. Sólo que para esta fecha ya no vivía, había fallecido el 24 de noviembre de 1928. Fue un hombre visionario que le dejó a Medellín una herencia de alto valor.
Como la Facultad de Medicina siguió asociada al San Vicente, este nunca dejó de crecer y desarrollarse.
“En el 60 llegaron las especializaciones, muchos médicos que el doctor Ignacio Vélez Escobar envió a Europa a especializarse regresaron a ejercer su conocimiento”, relata el director Toro. La atención sólo de medicina general y urgencias era ya cosa del pasado.
En 1973 se crea la Unidad Renal, que empezó a practicar los primeros trasplantes de riñón en el país y años más tarde, en sus dependencias, el hospital hacía con éxito trasplantes de diversas especialidades. Hasta hoy el récord de trasplantes está así: de riñón se han practicado 4.452; de hígado, 452; de páncreas-riñón, 41; de intestino, 9; y autotrasplantes de riñón, 43.
Jorge Luis Jiménez Ramos, secretario General y quien lleva en el hospital más de 30 años, destaca que los cambios en la legislación en salud, concretamente las leyes 10 del 90 y 100 del 91, le dieron un aire administrativo diferente.
“Antes a la salud se accedía por caridad, pero se volvió un derecho de todos, el Estado empezó a pagar por la atención de cada paciente y por primera vez esto le permitió un equilibrio, tener ingresos iguales a los gastos, porque antes siempre había déficit”.
Y llama la atención de otro gran desarrollo: la construcción, en los años 50, del hospital infantil, especializado en pediatría. “Lo más valioso es que el hospital ha mantenido el sueño de don Alejandro, que todo el pueblo sea atendido, no se le niega atención a nadie, tenga o no para pagar”.
De hecho, gran parte de la cartera de atención a pacientes no se recupera, pues muchos ni siquiera tienen identidad y por estos el Estado no responde, “esa cartera perdida suma entre 7.000 y 10.000 millones de pesos al año”, subraya el director general.
Es el costo de cumplir el anhelo de don Alejandro, que quería atención para todos sin distingo de clase. Un beneficio que hoy disfrutan, en promedio, 25.200 pacientes anualmente.