ELLAS: AÍDA AVELLA
Antes de la campaña actual, la democracia colombiana había contado con cinco candidatas a la Presidencia: María Eugenia Rojas, Regina Betancourt, Socorro Ramírez, Noemí Sanín e Íngrid Betancourt.
Por primera vez, tres mujeres aspiran simultáneamente al cargo. Desde hoy, esta columna será una conversación con ellas. Mi opinión queda manifiesta al visibilizarlas y en los asuntos abordados. Vale destacar: todas le apuestan al proceso de paz.
Estas entrevistas no representan necesariamente mi adhesión. Las presento en orden alfabético: Aída Avella (Unión Patriótica), Clara López (Polo Democrático) y Marta Lucía Ramírez (Partido Conservador).
¿Cuáles obstáculos ha enfrentado, como mujer, para ejercer la política?
Prácticamente nací en la política. En Sogamoso, mi abuelo, Efraín Avella, abogado y alcalde en su juventud, era un hombre muy liberal; tenía un interés especial en las mujeres pero como nunca tuvo hijas, nos fue introduciendo a sus nietas a la vida pública. Era fuera de serie: ¡me hacía aprender los nombres de los ministros… A los doce años, comencé a leer columnas de Calibán y Klim. Las niñas nos educábamos en colegio de monjas, con los jóvenes teníamos un programa de radio; nos encontrábamos en un centro literario y nos volábamos a bailar a las 5:00 p.m. En la Universidad Nacional de Bogotá fui dirigente estudiantil, militante de Izquierda, soñaba con voltear el mundo (¡casi nos voltean a nosotros…). Al salir, llegué a los sindicatos y trabajé 24 años en el Ministerio de Educación: viajé por el país en avión, caminé, he cruzado el Golfo de Urabá en chalupa, he atravesado el Tolima en mula. Otras veces no pude llegar, como en la zona esmeraldera. Fue difícil cuando tuve a mis hijos, dejarlos un domingo para trabajar; ahora me duele dejar a mis nietos en el exterior. Fui una de las cuatro mujeres delegatarias en la Asamblea Nacional Constituyente. A nuestro esfuerzo se debe el capítulo de Familia y Mujer: las mujeres tenían problemas en la escrituración de tierras, no se las consideraba cabeza de familia. Por mis aes -Aída, Avella- me correspondió instalar la Asamblea y dirigirla cuando los presidentes salían: ¡creo que me dejaban hablar de pura curiosidad… Para mí era un juego de niños, eran sólo setenta, yo estaba acostumbrada a manejar más de trescientos. Una vez, en la USO, había 3.500 obreros".
Para usted, ¿cuál es el principal problema que aqueja a las mujeres en Colombia?
"El feminicidio. Sobre todo en Antioquia y Valle. En Ginebra -representaba a la Federación Sindical ante la ONU- hicimos una campaña muy exitosa contra la matanza de mujeres en Juárez. Cuando matan una mujer, hieren de muerte una familia. Haré una campaña para Colombia con Amnistía Internacional. Otro problema es el desplazamiento: de cinco millones de desplazados al interior del país, el 80 % son mujeres y niños".
¿Cómo abordar el embarazo adolescente?
"Hay que preparar a las y los jóvenes en su vida sexual. En los colegios debería existir una cátedra únicamente para eso. Además, otra de mis propuestas es la jornada escolar más larga, actualizar la educación, hacerla más preventiva. Frente a la interrupción voluntaria del embarazo: hay que aplicar la ley".
Contemplando un posible posconflicto, ¿habría nuevas oportunidades para las mujeres campesinas?
"Para campesinas, vendedoras ambulantes, modistas, amas de casa y hombres, para todo colombiano mayor de 65 años: pensión de jubilación. ¿Con qué plata? Con la nacionalización de las notarías (dinero público que está en bolsillos privados). Si hay paz, también sacaremos un rubro del gasto militar".
¿Qué les ha negado Colombia a sus hijas y nietas?
"La posibilidad de vivir acá".