Ellos no duermen... te esperan
¡El power ranger jaguar!, gritó el pequeño Mateo cuando vio al jaguar. Y sin el más mínimo asomo de miedo, sintió que estaba frente a su gran amigo, el peluche tamaño natural que sus padres le tienen en la casa.
Él, junto a otra docena de niños gozaron el miércoles en la noche del novedoso programa denominado Safari que implementó el Zoológico Santa Fe y que realizarán los días 18 y 25 de junio, previa reserva.
"Es una oportunidad para conocer el comportamiento de las especies que inician su actividad en la noche", explicó Juan José Arcila, de la División Temática y de Educación Ambiental del zoológico.
A lo largo del recorrido por los diversos hábitats, los guías van explicando las características de las especies, qué comen, cómo viven, cómo se reproducen, qué les gusta, qué les hace daño.
Se aprovecha la charla para recordarles a los pequeños la importancia de que los animales permanezcan en sus hábitats y lo dañino que resulta tratar de tener fauna silvestre como mascotas.
¿A ustedes les gustaría que un mico se los llevara a vivir al bosque en lo alto de un árbol, lejos de su familia y sus amigos, a comer alimentos que no les gustan? preguntaba con frecuencia Lorena, la guía, a los niños.
Otro mundo
Armados con linternas, los pequeños siguen a la guía por los senderos del zoológico. Dicen no sentir miedo, al contrario, viven la emoción de la aventura y del reencuentro con la naturaleza. Para muchos este espacio ya es conocido, aunque de día, como afirmaron Cristian y Wendy Ortiz.
Tomados de la mano y luego de unas indicaciones básicas de comportamiento, como guardar silencio al pasar por los hábitats de las especies que están durmiendo, y no alumbrar nunca a los ojos de los compañeritos y los animales, el safari se inicia a las 7:00 de la noche.
La primera parada permite ver al ocelote, un felino manchado de mediano tamaño que aunque en muchas partes se le llama tigrillo, no es tan grande como el tigre de Bengala que está mucho más adelante. La oscuridad de los pasillos se rompe con los continuos chorros de luces de las linternas. Cada uno de los chicos quería ver de primero al animal. Sin embargo, algunas veces no hay éxito en el avistamiento.
Eso pasó al llegar a la laguna donde viven los chigüiros, varias especies de patos, algunos roedores y la danta.
Una de las sorpresas del recorrido se vivió con los búhos y las lechuzas, de imponente tamaño y a las que no les gusta para nada la luz.
Para verlas bien fue necesario pedirle a Jason que nos prestara su potente linterna. Él y Sebastián estaban siempre adelante, a manera de líderes, sin perder detalle del recorrido.
Los perros de monte se mostraron muy juguetones, al igual que los monos cariblancos. La otra sorpresa la dieron las martejas, con su bebé de dos meses a cuestas.
Al final del recorrido vino la presentación de una obra de títeres sobre las aves migratorias, el refrigerio y luego la fogata para concluir, con máscaras de colores, comprometidos a proteger a la fauna.