Empresas que construyen
En las pasadas décadas, múltiples temas han tenido sus momentos de auge. Algunos de ellos, como calidad y servicio al cliente y la producción limpia han evolucionado hasta convertirse en estándares internacionales que deben ser cumplidos por las empresas que quieran participar con suficiencia y competitividad en los mercados globales. Eso precisamente es lo que está pasando en este momento con la responsabilidad social de las empresas.
En los próximos años, el estándar ISO 26000 será el referente con base en el cual las empresas le certificarán a sus pares a nivel mundial, que son compañías comprometidas con las comunidades donde operan y que van mucho más allá del simple cumplimiento de la normatividad legal, buscando ser un factor de cambio, desarrollo y equidad.
Uno de los elementos fundamentales dentro del proceso de expansión de las redes de responsabilidad social de las empresas es que éstas eviten caer en las trampas del asistencialismo privado, que termina siendo tan insostenible e inconveniente como el público. Lo fundamental en las acciones desde el sector privado es que se profundice en lo que sabe hacer por excelencia: crear proyectos socialmente necesarios y económicamente sostenibles, que sean portadores de transformaciones futuras que nos conduzcan a sociedades más integradas y equitativas.
La sociedad antioqueña ha tenido ancestralmente un alto contenido de responsabilidad social. Hace unos años, cuando se puso en boga "La Teoría Z", que inculcaba los esquemas japoneses de participación, un investigador y decano de administración en universidades de Bogotá, Jaime Sicard, publicó lo que llamó "La Teoría A", refiriéndose a las prácticas antioqueñas de responsabilidad social en las empresas.
Destacaba la forma como los empresarios paisas se comprometían con la educación, la vivienda y las pensiones de retiro de los empleados. Mostraba también las estrategias de apoyo a las comunidades y los municipios donde se operaba. De los mejores ejemplos de estas acciones perduran el subsidio y las cajas de compensación familiar y el trabajo público privado que adelantó la Sociedad de Mejoras Públicas.
Otro investigador que también destacó estas prácticas en la región fue Alberto Mayor Mora en su libro "Ética, Trabajo y Productividad en Antioquia". La capacidad innovadora y de emprendimiento fue la que convirtió a la sociedad antioqueña en la pionera en la colonización y la industrialización. Ahora más que nunca requerimos acudir nuevamente a estos valores ancestrales.
Necesitamos de cientos de nuevos emprendimientos capaces de integrar a la generación de bienestar a más de 250.000 personas que hoy están desempleadas en el Área Metropolitana. Con niveles de desempleo que superan el 14 por ciento, y de pobreza que son mayores del 40 por ciento, es difícil hablar de ser socialmente responsables. Este es el gran reto de esta década para Medellín y Antioquia.