ENFERMEDAD Y PODER
Todos saben que la presidenta de Argentina se cayó, pero nadie sabe cómo, ni cuándo, ni dónde. Hay varias teorías que están circulando acerca de qué le pasó a Cristina Fernández de Kirchner. Algunos dicen que se tropezó en las escalas de su avión, otros que fue una alfombra, y otros que se desmayó. La gente también está dividida en cuanto a cuándo sucedió: antes o después de las primarias de agosto para las elecciones de mitad de término, cuando su partido tuvo el apoyo más débil en la última década.
Cuando salió del hospital a principios de esta semana, en lo único que todos estaban de acuerdo es que le hicieron una cirugía después de sufrir un golpe en la cabeza, un golpe que había producido un hematoma subdural que en los últimos días ha tenido a Argentina en la cuerda floja.
Esta no fue la primera vez que nuestra Presidenta estuvo hospitalizada. Le hicieron otra cirugía después de que fue mal diagnosticada con un cáncer de tiroides en 2011. Ese fue el año en que Hugo Chávez, ya enfermo, dijo que creía que alguien "tal vez desarrolló la tecnología para inducir el cáncer" y la estaba utilizando para asesinar a líderes latinoamericanos.
Es una teoría tentadora: al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, lo operaron por un cáncer de próstata el año pasado; el presidente de Paraguay, Fernando Lugo, así como los dos presidentes más recientes de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, también han luchado contra tumores malignos. Chávez murió este año después de su batalla contra el cáncer. La explicación más probable es que simplemente hay algo en el ejercicio de poder que parece no caerles bien a aquellos latinoamericanos que lo intentan.
Sin embargo la enfermedad tiene su forma de atraer apoyo y afecto por parte del público. En 2010, cuando su esposo y expresidente, Néstor Kirchner, murió de un infarto, el apoyo a Cristina se disparó.
En ciertos países, los votantes se ven inclinados a abandonar a los líderes que revelan debilidades físicas o emocionales, pero en Argentina pasa lo contrario. Basta mirar los avisos publicitarios de su partido con fotos de su candidato, Martín Insurralde, sin cabello por causa de la quimioterapia. En la política Argentina, la enfermedad y la muerte son jugadores clave.
Cristina de Kichner, a quien los médicos recomendaron tomarse un mes para recuperarse, necesita ese apoyo ahora más que nunca. Su gobierno está cometiendo lo que parece una serie interminable de errores. El peor de estos fue la transformación de un país que en un entonces dependía exclusivamente de sus propios recursos para el petróleo y el gas natural en uno que depende de las importaciones, un agotamiento de recursos que ha llevado a lo que muchos economistas dicen es una tasa de inflación de 25 por ciento.
Pero su gobierno también es capaz de cometer infinita cantidad de errores pequeños que hacen del trabajo diario algo mucho más complicado. Por ejemplo, elegir a Amado Boudou como su vicepresidente. Boudou, exministro financiero, nunca fue popular. Pero Kirchner insistió en que fuera él su compañero de fórmula.
Ciertamente Boudou no tenía miedo a andar por las calles en su motocicleta, a sonreír sin parar y acumular acusaciones en su contra: está siendo investigado por corrupción y enriquecimiento ilícito. La misma Cristina ha sido acusada de corrupción. Pero Boudou ha logrado convertirse en el político con la peor imagen pública en Argentina.
Por esta razón, Cristina lo ha tenido fuera del ámbito público y, cuando se enfermó, trató de aplazar o esconder su ascenso temporal a la presidencia. Por unos días reinó la incertidumbre. Nadie sabía si Boudou era el presidente interino o no. Ahora todos sabemos que sí lo es, pero el poder sigue estando en manos de Cristina de Kirchner.
Cada vez se está evidenciando más que ni siquiera la enfermedad de la Presidenta podrá atraer el apoyo suficiente para ayudarle a reversar la derrota electoral que todas las encuestas están pronosticando. Por primera vez para los electores, los asuntos personales tal vez importarán menos que la inflación, la inseguridad, la ineficiencia y todas las acusaciones de corrupción. La esperanza de Cristina por lanzarse a la presidencia de nuevo en 2015 parece estarse esfumando.
Así que tal vez, al fin y al cabo, se verá curada de la enfermedad que, de todas las que han afectado a los políticos de América Latina, parece ser la más endémica: el virus de la reelección.