Esta sopa la toman todos
MAMÁ TÓMATE LA sopa es la película con la que el director Mario Ribero vuelve al cine, después de 25 años, y Paola Turbay a las pantallas colombianas. Una cinta tragicómica, que se estrena el 25 de diciembre.
La mamá lo despierta, le quita la cobija, le pone las chanclas y le abre la cortina del baño para cerrarle la llave: "Este mes el agua llegó muy cara". Vicente no hace nada. Sólo se deja de bañar.
"Ese amor de madre que nunca se pone en duda, que puede ser equivocado o exagerado y puede llevar a la infelicidad de su hijo", dice Consuelo Luzardo. Aunque ya en el papel de Berta, la mamá de Vicente, eso ni se le pasaría por la cabeza.
Berta, que tiene 62 años y una pensión, también le escoge la corbata y le paga un sueldo mensual. Él no trabaja, pero tiene una tarjeta: se llama Vicente Vaca y se supone que es contador.
"Lo que pasa con Vicente es una historia clara de falta de personalidad y de buscar responsabilidad. El tema es la falta de fuerza personal para hacer lo que realmente quiere", cuenta Ricardo Leguízamo. Ya le creció el pelo. Vicente, su personaje, es calvo.
Vicente se enamora de Cristina, la nueva peluquera del barrio. Ella le hace masajes en la calva con el producto que se inventó. También se dan algunos besos y el hijo de Cristina se roba el carro de Vicente para salir con los amigos.
"Es que es tan especial. Es una mujer divina. Una persona tan normal, pero tan excepcional", señala Paola Turbay. Cuando leyó el guión el personaje que más le gustó fue el de Vicente, pero no podía hacerlo, por razones de que es hombre y ella mujer. Además se encantó con Cristina y cuando la mira en la pantalla, se siente feliz.
"Necesitaba unos actores muy sensibles", expresa Mario Ribero, el director. Mamá tómate la sopa es una película en la que la tragedia y la comedia se combinan. Pasó así hasta en las jornadas de trabajo: mitad se reían y mitad pasaban con la lágrima afuera.
"La línea entre el drama y la comedia es delgadita. El humor hay que saberlo hacer. Cuando parece prefabricado deja de ser", añade el realizador, conocido por su trabajo en la dirección de la telenovela Betty la fea . Él trata que nada parezca hecho adrede, sino que nazca natural. "Si esa magia se produce, le llega a los actores y luego al público".
De la cuchara a la boca
La historia de Mamá tómate la sopa es sencilla. Claudia García, la guionista, le daba vueltas desde hace un buen tiempo. Había visto en muchas partes a ese Vicente que vive con la mamá. Mario lo dice así: "Esta es la historia, de cierto modo, de un zángano".
Y de ese malestar, de ver a los vecinos, a los amigos, de observar a la gente, Claudia sintió que la afectaba tanto que había que contarlo. Vicente es un "frankenstein" y aunque del guión de la película hubo unas siete versiones, "la esencia siempre ha sido él".
Sin embargo, la preocupación de la guionista es más de fondo. "Todos tenemos algo que nos hace dependientes. La historia está dentro de mí misma".
Por eso trató de mirarlo desde la educación y la familia. De todas maneras, cada uno de los actores de esta historia tiene algo que hace que haya cierto reconocimiento con ellos. Y aunque si bien es una historia de personajes nacionales, que coincide con la descripción que da el director ("los colombianos somos tragicómicos"), es una historia universal. En Londres, por ejemplo, Claudia se encontró un Vicente.
Hasta el final
A Ribero le parece que el cine que realmente funciona es el que tiene una metáfora y él encontró la suya: "Seres que se aman amorosamente y se destruyen". Él no hacía cine hace 25 años y siente que el deber está cumplido "y como decimos en Santander, lo que fue, fue".
Luego se ríen. Están felices, el grupo funcionó. Creen que en Colombia el cine todavía tiene una deuda: "Hay que hacer iconografía de lo que somos los colombianos -reitera Ribero-. Este país hay que contarlo".
Vicente y la mamá están en la cama. Ella duerme la televisión. Él quiere el control remoto, pero el mando a distancia es de ella. Todo es de ella, hasta el untarle la mantequilla al pan. Va a llegar el día en que a Vicente le toque lo suyo: "Mamá, tómate la sopa".