Fin del año sacerdotal
Una importante reunión se realizó en Roma el pasado 11 de junio. Se trató de la clausura del Año Sacerdotal, el cual fue instituido por el Papa Benedicto XVI para conmemorar los 150 años de la muerte de San Juan María Vianney, patrono de los párrocos.
Nunca antes en la Ciudad Eterna tantos sacerdotes habían concelebrado una misa. Eran 80 cardenales, 350 arzobispos y obispos y 15.000 presbíteros juntos. Renovaron los compromisos que hicieron el día de su ordenación. Al finalizar esta eucaristía, en la Plaza de San Pedro, pude hablar con algunos de ellos. Estaban entusiasmados, se sentían especialmente acompañados, comentaban lo importante que fue este año para volver a las fuentes del amor a su vocación y hallar de nuevo el sentido de su entrega.
Tristemente este año se vio aguado con los escándalos de abuso sexual por parte de algunos sacerdotes, quienes con su pésimo ejemplo han traicionado su vocación y también la confianza de los fieles. Y lo más doloroso, han dejado profundas heridas difíciles de sanar en algunos niños. Bien lo dijo el Papa en su reciente viaje a Portugal: "la mayor persecución de la Iglesia no procede de los enemigos externos, sino que nace del pecado en la Iglesia".
Frente a este hecho, el Pontífice en la homilía de esta multitudinaria misa del 11 de junio, pidió nuevamente perdón en nombre de la Iglesia, aunque la revista Time en su edición del pasado 7 de junio haya titulado en su portada "Por qué ser Papa significa nunca decir perdón", desconociendo sus continuos pronunciamientos sobre este hecho en lo que va del año. Una difamación de esta calaña en una portada de una revista tan seria es algo que debe hacer reflexionar a los periodistas los valores de la veracidad y la objetividad?
Aún en medio de las caídas de algunos sacerdotes, hubo otros miles que no se dejaron desalentar. Muchos aprovecharon este año para volver a las fuentes de su vocación y mirar a muchos sacerdotes ejemplares que han sido coherentes con su llamado.
Entienden que, como dijo el Papa en su homilía, el sacerdote "no es simplemente alguien que detenta un oficio", y, más bien "Dios se vale de un hombre con sus limitaciones para estar, a través de él, presente entre los hombres y actuar en su favor".
La celebración de la semana pasada fue una óptima ocasión para mostrar la belleza de esta vocación en medio del "naufragio que nos interpela", como dijo el Papa en su reciente viaje a Malta. Ver a tantos sacerdotes reunidos renovando su fidelidad, entusiasmados con regresar a sus lugares de acción pastoral alrededor del mundo para seguir gastándose y desgastándose en el anuncio de la Palabra de Dios, es un hecho que da esperanza, muestra que aún hoy hay muchos buenos curas, que nunca aparecerán en una portada de una revista secular pero que su trabajo silencioso y heroico mueve montañas porque acerca a muchos hombres y mujeres a la Eternidad.