Histórico

FRANCISCO, UN PAPA CERCANO

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26 de julio de 2013

El jueves, como todos estos días, fui a acompañar al padre Nicanor a ver por televisión la visita del Papa Francisco a Brasil. No demoró mucho Mariengracia con los tintos, sin dejar de echar su pulla: "Vengan, muchachos: tinto cargado para dos viejos que se creen jóvenes porque van a ver al Papa hablando a los jóvenes del mundo".

- Te invito, Mariengracia, para que te nos unas en esta liturgia de cercanías, con tintico incluido, por supuesto.

- Acepto, tío. Yo también estoy convencida de que es a nosotros, a los adultos y a los viejos, a quienes el Papa nos habla para recuperar la alegría de la fe.

- ¿Y tú qué piensas, sobrino?

- Pues sí, yo creo que lo que está matando a la Iglesia no es la falta de jóvenes, de su alegría, de su esperanza, sino la apatía de los viejos, su desencanto, su desteñido testimonio al final de la vida.

- Una sensación que yo, que soy cura viejo, a veces pienso se debe a la lejanía, al distanciamiento en que la mayoría de los fieles vive con respecto a la institución eclesial.

- Pues yo, mis queridos tío y sobrino, creo como mujer -que somos las mujeres las que más sabemos de lejanías y aislamientos- que este Papa le está apostando a la cercanía, que es lo que ayuda a recuperar el amor.

- Y a recuperar la fe y la esperanza, prima. Es lo primero que se advierte en los gestos de este Papa. Ese deseo de tener contacto físico con la gente, de despojarse de vanidades y magnificencias históricas, de ceremonias que crean lejanía y vuelven aséptica la cercanía con el pueblo.

- Al Papa Francisco, supongo, le atrae más el olor a sudor de la gente, que el aroma del incienso que se usó en ceremonias de reyes y pontífices para espantar el hedor de las multitudes.

- Me gusta eso, tío Nicanor. Que el Papa huela a pueblo, que se monte en un "pichirilo" y no en el papamóvil, que desbarate protocolos y dé ejemplo de humildad.

- Y que quiera estar cerca de todos, en especial de los pobres, de los desposeídos, de los excluidos.

- Pues, muchachos, habrá que leer despacio las intervenciones del Papa Francisco en esta visita -y sobre todo sus gestos- para entender el valor transformador que va a implantar en la Iglesia. Lo que hemos visto en Brasil es apenas el abrebocas de una Iglesia, no tanto nueva cuanto joven (o nueva porque rejuvenecida) que se asoma en los ojos dulces y sencillos de este pastor de la cercanía humana en la Iglesia.