Histórico
"Nadie es perfecto"
01 de enero de 1900
- El amor más allá de la pantalla grande, o mejor, dentro y fuera de ella...
Hay más interpretaciones: en la antigua Roma se celebraban las Lupercales el 15 de febrero, una fiesta en honor de la fertilidad que fue prohibida por el papa Gelasio I en el año 494 al considerarla una tradición pagana.
Sin embargo, la conmemoración continuó desde entonces en honor del mártir matrimonialista san Valentín, adelantándola un día. No acaban aquí las vicisitudes del patrón de los enamorados, de la fertilidad o de los pájaros nórdicos apareados, porque la efeméride fue suprimida del calendario eclesiástico en 1969, en un intento de eliminar santos posiblemente legendarios.
No obstante, algunas parroquias del mundo cristiano y prácticamente todos los grandes almacenes continúan celebrando la fecha. El amor lo puede todo. Cosa distinta es tratar de definirlo o comprenderlo.
Desde un punto de vista bioquímico, los especialistas consideran que lo que entendemos por enamoramiento empieza en la corteza cerebral, pasa a las neuronas y de allí al sistema endocrino, un proceso que al parecer se inicia cuando el cerebro produce una cantidad notable de feniletilamina, lo que a su vez genera la secreción de dopamina, norepinefrina y oxitocina, mensajeros químicos que estimulan el trabajo de los neurotransmisores; es decir, comienzan los arrebatos sentimentales.
Susan Sarandon no se complica tanto la vida para explicar su larga relación: "No soy ninguna experta. Tim y yo llevamos juntos 17 años, lo que en Hollywood equivale a 45 años. Creo que la clave es centrarse simplemente en una persona sin esperar a que otra mejor entre por la puerta".
Es una forma más asequible de definir el amor. Hay muchas más, naturalmente. Desde "la unión de dos babas", que escribió en cierta ocasión E. M. Cioran, hasta la inefable Love story y su "amor es no tener que decir nunca lo siento", de Erich Segal, o a la de la maravillosa Lauren Bacall declarándose a Bogart a su manera en Tener y no tener: "No tienes que representar ningún papel conmigo, Steve. No tienes que decir nada ni hacer nada. Sólo silba. ¿Sabes silbar, no? Juntas los labios y soplas". Las opciones se diversifican. Groucho Marx no se quedó atrás en las frases rotundas: "Bailaría con usted hasta que las ranas críen pelo.
Mejor pensado, prefiero bailar con una rana hasta que usted críe pelo" (Sopa de ganso). En todo caso, si hay un sentimiento vinculado al cine, ése es el amor, y lo es desde sus orígenes. Ya en tiempos de Edison y el kinetoscopio se rodó y exhibió El beso, un ingenuo y entonces escandaloso ejemplo de fotografías en movimiento.
Un siglo después, en 2003, el American Film Institute elaboró una lista sobre las películas más románticas de la historia del cine. Los 10 filmes estadounidenses más votados por 1.800 miembros del Instituto fueron: primero, Casablanca; segundo, Lo que el viento se llevó; tercero, West side story; cuarto, Vacaciones en Roma; quinto, Algo para recordar; sexto, Tal como éramos; séptimo, Doctor Zhivago; octavo, Qué bello es vivir; noveno, Love story, y décimo, Luces de la ciudad.
El pragmatismo de las gentes de Hollywood les induce a mirar constantemente hacia la taquilla, pero ese mismo pragmatismo les lleva a identificar la calidad con la recaudación, de tal modo que cuando surge otra manera de ver la vida y de contarla en la pantalla, el desconcierto se hace dueño de la casa. ¿Cómo incluir entre las secuencias memorables de amor en el cine la del reencuentro de Sofia Loren y Mastroianni en Prêt-à-porter, de Robert Altman, en la que los tópicos dejan paso a la realidad más prosaica? ¿Qué hacer con el New American Group neoyorquino, liderado por John Cassavetes, cuando en 1960 afirmaban tajantemente en su declaración de principios que "no queremos películas rosas, sino del color de la sangre"? ¿No es Jules et Jim un canto al amor? ¿Cabe más intensidad romántica que la manifestada en la decimonónica historia real de Elvira Madigan y el conde Sixten Sparre que adaptó al cine Bo Widerberg, o mayor entrega que la que mostraba Jean-Paul Belmondo a Jean Seberg en A bout de souffle? ¿Cómo comparar la ñoña historia de Love story con El imperio de los sentidos?
La clave de lo que diferencia un filme del otro, o una de ellas, es que la película de Arthur Hiller protagonizada por Ali MacGraw y Ryan O'Neal se convirtió en el gran éxito popular mundial de 1970, y la que realizó Nagisa Oshima en 1976, con Eiko Matsuda y Tatsuya Fuji, estuvo prohibida en Japón hasta 2001.
Juan Marsé publicó entre 1995 y 1996, en El País (de España), una serie de artículos que bajo el epígrafe de Un paseo por las estrellas demostraba su cinefilia y, también, un punto de locura y divertimento. Explicaba que la idea de la serie le surgió cuando un día le fue presentado a Yves Montand. Tras el saludo comprendió que nunca había estado más cerca de Marilyn Monroe que en aquel momento en el que había chocado su mano con la que había acariciado a la estrella.
En su colección de artículos narraba los pasos que unían a parejas imposibles: Pepe Isbert y Marilyn Monroe, Pablito Calvo y Louise Brooks, Ana Belén y Jack Nicholson, Joselito y Mae West, Victoria Abril y Cary Grant o Gracita Morales y Woody Allen, por citar algunos ejemplos. Pues bien, siguiendo esa línea, también se hubiera podido demostrar la unión entre Felipe II y Elizabeth Taylor, siempre con la pasión como paisaje de fondo.
En 1580, don Diego de Tebes, Alguacil Mayor de Panamá, le ofreció al monarca la famosa perla la Peregrina, de la que queda constancia en su testamentaría. Dando un gran salto en el tiempo para no cansar al hipotético lector, y tras una serie de peripecias, es el experto Fernando Rayón quien relata los últimos pasos de tan afamada joya: "No habiéndose llegado a culminar su venta al rey de España por las elevadas pretensiones económicas de R. G. Hennell & Sons, la Peregrina fue vendida al multimillonario Judge Geary, de quien, en 1917, la adquirió Henry Huntingdon.
El 23 de enero de 1969, como lote número 129, la galería Parke Bernet de Nueva York subastó 'una de las perlas de mayor significado histórico en el mundo', que identificaban con la Peregrina, y que, al parecer, procedía de los duques de Abercorn. La subasta había despertado una enorme expectación, pero la mayoría de los que pujaron se detuvieron en los 15.000 dólares.
Hasta los 20.000 llegó don Alfonso de Borbón Dampierre, quien, en contra de lo que manifestó su abuela por aquellos días, estaba convencido de la autenticidad de la pieza y quería adquirirla, según declaró después de la subasta, para regalársela a Victoria Eugenia. El actor británico Richard Burton, representado por su abogado Arron R. Frosch, la compró por 37.000 dólares, es decir, 2.590.000 pesetas de la época, y se la regaló el 27 de febrero a su entonces esposa, la actriz Elizabeth Taylor, con motivo de su trigésimo séptimo cumpleaños".
De esta complicada forma puede unirse al monarca español con uno de los grandes mitos del cine de todos los tiempos, una estrella que se casó ocho veces, dos de ellas con el mismo hombre, el generoso y espléndido actor Richard Burton.
La pareja no protagonizó ninguna de las 10 películas más románticas de la historia del cine, pero han dejado interpretaciones portentosas sobre el amor, tanto en el cine como en la vida real. ¿Qué más se puede añadir sobre el matrimonio después de ver ¿Quién teme a Virginia Wolf? ¿Hay una forma mejor de celebrar el día de los enamorados que la de regalar a su amada la perla Peregrina o el diamante Burton-Taylor, piedra preciosa que la casa Cartier señala, no sin una cierta ordinariez, como la primera que superó el precio de un millón de dólares? Difícil puso el listón el actor galés.
Una de las grandes ventajas del cine es que permite todo tipo de variaciones y hábitos entre las parejas que intervienen. Si a ello se le añade que la realidad también estimula todo tipo de emparejamientos, el resultado es extraordinario.
Parejas de actrices y actores heterosexuales, homosexuales, tríos, cuartetos, quintetos, multitudes, zoofilia, necrofilia , cualquier posibilidad encuentra en la pantalla de plata una tribuna espléndida para su desarrollo. Lo que distingue el resultado final es el talento de quienes intervienen en ella, no la corrección o incorrección de la historia narrada. ¿Quién nos iba a contar mejor que un guionista como Gore Vidal el trasfondo de la relación entre Messala y su antiguo amigo de la infancia Judah Ben-Hur? ¿Cómo no conmocionarnos con las escenas masoquistas en la trastienda de un sórdido bar de Harlem que narra Patricia Bosworth en su biografía de Montgomery Clift? ¿Qué pensar de las siete películas que hicieron juntos Donald O'Connor y la mula Francis, o del famoso "nadie es perfecto" con el que Joe E. Brown supera la última traba que se interpone en su amor por un Jack Lemmon travestido en Con faldas y a lo loco?
Celebremos, pues, el día en el que los pájaros nórdicos suelen aparearse o la víspera de las desaparecidas Lupercales. Agradezcamos a todos los cineastas su enorme capacidad para emocionarnos con unas historias de amor que nos pueden llevar al delirio, a la rutina o al suicidio, y dejemos que la frase final sobre el sexo sea de Robert Louis Stevenson como homenaje a su inteligencia y sabiduría: "Lo que sucede en diez minutos es algo que excede a todo el vocabulario de Shakespeare".
© Diario El País, SL
En la vida real
La selección de la películas más románticas de la historia del cine no tiene más valor que el de reflejar el discutible gusto de los votantes y, quizá, el comprobar una vez más que la ficción y la realidad difícilmente coinciden: ninguna de las diez películas elegidas fue protagonizada por una pareja de amantes en la vida real, por más que el amor floreció con frecuencia entre las roulottes.
Nombres como los de Katharine Hepburn y Spencer Tracy, Lauren Bacall y Humphrey Bogart, Elizabeth Taylor y Richard Burton, Joanne Woodward y Paul Newman, Gena Rowlands y John Cassavetes, Woody Allen y Diane Keaton, Catherine Deneuve y Marcello Mastroianni o Annette Bening y Warren Beatty, entre otros muchos, vivieron unas apasionadas historias de amor. Todos han trabajado juntos en alguna o varias ocasiones, pero, por lo visto, nunca alcanzaron la cima del cine romántico.