Histórico

Haití es tierra de nadie

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17 de enero de 2010

Después de que el Palacio Nacional quedó inhabitable y su propia residencia resultó destruida, el presidente Rene Preval trata de mantener el mando en su país desde un decadente cuartel policial, cerca del aeropuerto, que también resultó afectado por el terremoto y que es controlado por los militares estadounidenses.

Los trabajadores internacionales de ayuda están preocupados por la falta de control del gobierno sobre el país. La fuerza policial haitiana está abrumada.

El fin de semana quedaron en evidencia los problemas de Preval, que reunió a sus ministros del gabinete en sillas de plástico, formadas en círculo al aire libre para dar una rápida bienvenida a la secretaria de Estado de E. U., Hillary Clinton. Preval instó también a los donadores internacionales a que dejen de pelear entre sí.

"Esta situación es extremadamente difícil. Debemos mantenernos tranquilos para la coordinación y no acusarnos entre nosotros", dijo.

Haití es la nación más pobre de América y tiene una larga historia de corrupción, rencillas políticas y gobiernos negligentes, lo que llevó a la isla a décadas de servicios públicos mediocres para sus ciudadanos, la mitad de los cuales sobrevive con un ingreso menor a un dólar diario.

El país había avanzado lentamente en el último par de años, gracias principalmente a la presencia de 9.000 efectivos de paz de la ONU enviados para restablecer el orden tras la revuelta que derrocó en 2004 al entonces presidente Jean-Bertrand Aristide. Nuevas empresas comenzaron a funcionar y el ex presidente estadounidense Bill Clinton, en su calidad de enviado especial de la ONU a Haití, había trabajado para atraer inversión extranjera.

De un golpe, el sismo echó todo ese avance por tierra. Durante días, los sobrevivientes y trabajadores asistenciales se han quejado por la ausencia de la Policía. Las acciones para mantener el orden han recaído totalmente en los 9.000 efectivos de paz de la ONU y de la Policía Internacional, que también lidian con tremendas pérdidas materiales y humanas.

En tanto, Aristide dijo que quiere regresar del exilio en África para ayudar, aunque aún no hay nada concreto.

Cada día que pasa la destrucción y el caos provocados por el terremoto en vez de disminuir, se incrementa. Mientras los cuerpos de rescate buscan afanosamente cualquier aliento de vida que pueda quedar bajo toneladas de escombros en Puerto Príncipe, los supervivientes y heridos claman porque la copiosa ayuda internacional llegue finalmente a sus manos.

El hambre es la protagonista en las calles y a pesar del compromiso y la solidaridad, la ayuda es insuficiente. Con crudeza, los medios transmiten imágenes de personas luchando a muerte, desesperadas por una ración de comida y un poco de agua. Se lanzan contra los helicópteros y camiones esperando recibir algo. La ayuda llega, pero lentamente.

En medio de las críticas a la escasa coordinación entre los organismos de socorro, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, arribó ayer a Puerto Príncipe, para evaluar personalmente la magnitud de los daños y reconoció que es la peor tragedia que sacude a Latinoamérica en las últimas décadas.

La impotencia lleva a la rabia y la rabia a la violencia. Las fuerzas de seguridad haitianas ya han advertido de que violentas bandas armadas con machetes han vuelto a aparecer y reagruparse en los barrios.

La prioridad hoy, es recuperar la presencia de las autoridades para poder gestionar los proyectos de restauración en esta golpeada isla que debido a la tragedia deberá superar su dolor y comenzar de nuevo.