HOY CANTO SOLO POR CANTAR
A raíz de un comentario de mi amigo Diego Calle sobre mi columna anterior, me vino el recuerdo de una hermosa canción que hizo historia como ganadora del Festival de la OTI 1974, en la voz de la puertorriqueña Nidya Caro, a quien, infortunadamente, no volvimos a escuchar, por lo menos en nuestro medio. Con una interpretación impecable, dulce y arropadora, cantaba: "Estoy vacía / no siento nada / no tengo ganas ni de hablar y estoy cantando / me da pereza abrir la boca / para decir lo mismo que dijeron tantos / qué tontería cantarle al mundo / pidiendo amor y que haya paz en todas partes / si nadie escucha lo que decimos / lo que pedimos verso a verso los cantantes. / Por eso hoy canto solo por cantar / cantar aunque me duela el corazón (…) ".
Justo por esos años, con mi amigo Mario Piedrahita, con quien formé el dueto Tal y Cual, íbamos de recital por las veredas, las cárceles, las universidades, los sindicatos y la TV, con canciones de ese corte social, y la ilusión de formar una cultura política y solidaria. "Corbata grande, de nudo grande, encima de un pequeño corazón", cantábamos en los escenarios.
Hoy mi columna "Ad libitum" (En libertad) es otra forma de cantar. A veces siento que canto con mucho optimismo, y, otras, con un toque de desesperanza. Con frecuencia esta ventana de expresión huele a eso. Son tan poderosas las maquinarias y tan domesticadas las conciencias, que poco o nada dejan cuatro párrafos para variar destinos construidos. Arar en el desierto, eso es lo que muchas veces hacemos los que tenemos el privilegio de un espacio de opinión.
Por fortuna, finalmente prevalece sentir que quienes tenemos esta oportunidad no podemos bajar la guardia en el esfuerzo, gota a gota, de poner un modesto aporte al proceso de formación ciudadana en nuestro país. Cada columna es una pizca que en algo va desequilibrando las conciencias amarradas. Cualquier luz, expresada de buena fe, sobre la absoluta necesidad de tener imparcialidad en una contienda electoral, sobre la urgencia de crear una fobia por las radicalizaciones, por los extremos, por las exageraciones, por el maltrato, por las injurias, por los montajes, cualquier indicio que promueva el acto democrático del sufragio, será una arenilla más en la ilusión que anhelamos hacer realidad.
Ahora que está de moda deliberar sobre los nuevos retos de la educación en Colombia, habrá que enfatizar que este es uno de los más grandes. La historia reciente delata que urge desarrollar un comportamiento democrático, crítico y responsable; en la coyuntura actual, un proceder frente al derecho del sufragio, no inducido por el potente imán de las encuestas, sino por la razón, el análisis y la participación directa.