Histórico

IDEAS CORTAS EN TEXTOS LARGOS

19 de diciembre de 2013

En ocasiones los lectores me preguntan sobre la forma como escribo. Muchos creen que quienes nos atrevemos en este oficio, lo hacemos con absoluta soltura y fluidez. Tienen la imagen de quien se sienta a escribir, y, de un tirón, consigue construir un texto. Seguramente, porque los conozco, hay quienes escriben con esa facilidad. Creo que son unos privilegiados.

Como osado en las lides de las letras, me apunto al escritor "constructivo"; quiere decir, quien hace un trabajo permanente y persistente sobre lo que escribe. Difícilmente recuerdo alguno de mis textos, escrito de un tirón. Más fácil ocurría esto cuando me atrevía con la poesía, que, de pronto, tiene un formato que da menos tregua y surge de chispazos de creación.

Escribir exige pausas para tomar aire, para rumiar, para conectar con otras perspectivas, para dar bienvenida a intereses emergentes, para explorar nuevos giros, otras palabras y figuras más adecuadas para expresar la idea pretendida.

Y la tecnología del computador, que hoy se nos ha vuelto cotidiana, ofrece una poderosa oportunidad para este tipo de escritura. Puedo escribir como surgen las ideas, no siempre ordenadas ni coherentes, para luego afinar, omitir o completar. Las pausas constructivas permiten detectar nuevos tiempos, temas, otro orden en el que las ideas y los argumentos harán más comprensible el texto.

No sólo para escribir, sino también para hablar, da mayor claridad quien lo hace de manera concisa. Somos muy llevados a escribir y decir más de lo necesario. Vivimos la cultura de los discursos largos, de recoveco, y, cuanto más largos, seguramente, para audiencias menos inteligentes. Pero muchas veces bastan pocas palabras para expresar lo preciso, y lo que escribimos o decimos de más, confunde y no aclara.

Ahora, hay quienes tienen la habilidad para expresar de un plumazo una idea acabada, sólo con el recurso de la escritura corta. Esa es una de las virtudes de la literatura y la filosofía de los países orientales, más cuando recurren a la forma poética. Otro ejemplo podría ser el de la escritura fragmentaria que propone Nietzsche como un ejercicio de precisión y economía de palabras.

Solemos adular al que tiene habilidad para hablar. Pero también tenemos un dicho de la sabiduría popular: "Quien mucho habla, mucho yerra". Y como en tantas otras escenas de la vida humana, la posición adecuada será, indudablemente, el punto medio. Poder emitir las palabras también tiene un doble filo, porque con ellas nos expresamos, nos liberamos, pero también nos podemos hacer vulnerables. De ahí la necesidad del permanente ejercicio mental de sopesar qué es lo justo y preciso para expresar, y más cuando se escribe, porque la escritura permanece y no hay modo de desmentirla.

La historia nos ha enseñado que muchos grandes conflictos empiezan con una palabra de más.