Industrias Estra: ya son 60 años
La producción de partes industriales y el juego Estralandia, marcaron un hito en las seis décadas de la firma.
La palabra ‘Estra’ en la marca de Industrias Estra parecería que está mal escrita. ¿Por qué no Extra? es la pregunta que recurrentemente reciben los empleados y cercanos a la compañía, que el próximo 25 de agosto completa 60 años en el mercado.
Pero la ‘ese’ no es ningún error de ortografía: viene de la combinación de la primera letra del nombre y las cuatro primeras letras del apellido de su fundador, Ervin Strauss, un checoslovaco que llegó a Colombia en 1939 como representante comercial de una empresa que exportaba productos de cristal y cuero.
Este empresario probó su suerte importando y distribuyendo productos y materias primas para varios sectores de la economía colombiana, que en ese entonces se recuperaba de la Gran Depresión de los años 30.
El primer producto que Strauss fabricó en Medellín fue papel, para lo que instaló su oficina en el Centro de la ciudad, bajo el nombre de Ervin Strauss y Compañía. El plástico, material por el que hoy se reconoce a Industrias Estra, llegó años más tarde después de que el mismo Strauss viajara a México y conociera el Plastisol, con el que empezó a fabricar pelotas y balones de juguete. Importó la primera máquina de rotación para elaborar estos productos y así, el 25 de agosto de 1953, se fundó a Industrias Estra.
En la década de los 60, Estra lanza al mercado las vajillas Melmac, con una rápida aceptación pues hacían caso a una queja que las amas de casa tenían sobre las vajillas tradicionales de cerámica y porcelana, que se desportillaban fácilmente.
Para finales de los 70, el portafolio de Estra contaba con más de 3.000 artículos diferentes.
Hacia una era internacional
En los 60 años que han pasado desde su fundación, esta compañía se ha reinventado en innumerables ocasiones, haciéndoles frente a los retos que llegan con cada año de gestión.
Juan Guillermo Noreña fue el vicepresidente Financiero de la empresa durante 35 años, y cuenta que uno de los mayores ‘revolcones’ se dio en los años 90, con la apertura económica de la Administración de César Gaviria.
“Cuando yo llegué a Estra, el 50 por ciento de las ventas correspondía a piezas plásticas industriales para televisores, neveras, lavadoras, secadoras, licuadoras, batidoras, ventiladores... Y el 50 por ciento restante se distribuía entre la línea para el hogar y cajas para transporte.
Pero la apertura comercial trajo como consecuencia que muchos de los fabricantes de esos productos dejaran la producción y salieron del mercado o se dedicaron a importar”.
Ejemplo de esto es la marca de electrodomésticos Centrales, que en ese entonces lideraba el mercado junto con Haceb, pero le vendió a Mabe y desde entonces vende bajo ese nombre.
Con la línea que representaba la mitad de sus ventas en ‘jaque’, Estra se puso a la tarea de fortalecer sus otros productos y convirtió la apertura de problema, a solución.
Hacia 1995 la firma consiguió la representación comercial de Rubbermaid, que en ese entonces producía contenedores de plástico para el hogar y basureros. Posteriormente, logró obtener la autorización para fabricar los artículos en Medellín, utilizando los moldes de la firma estadounidense.
Otro de los retos que tuvo que enfrentar Estra llegó con el cambio de dueño de Bavaria. En 2002, la empresa le compró a la cervecera los activos productivos de Cajas Plásticas, empresa que se dedicaba a fabricar estos productos para el transporte de las botellas de esta bebida.
“Esta compra estaba asociada con un contrato por cinco años para la fabricación de cajas, y en 2006 y 2007 esa línea tuvo su mayor pico: se alcanzaban a producir hasta 6 millones de cajas plásticas al año”, cuenta Noreña.
Sin embargo, cuando llega la nueva administración a Bavaria, se toma la decisión de rediseñar todo el empaque de las cervezas, incluyendo las cajas plásticas. Para esto se necesitaba lograr la titánica labor de fabricar 25 millones de cajas que reemplazarían las antiguas.
“Para que Estra pudiera cumplir con esa producción, se necesitaba comprar 30 máquinas inyectoras, que valían 500.000 dólares cada una, es
decir, una inversión de 15 millones de dólares. Era algo muy riesgoso porque lo que seguía después era producir para el crecimiento del mercado y el reemplazo de las cajas que se perdían o deterioraban, lo que significaba pasar a producir los 6 millones que anteriormente se hacían”.
Al final, fueron 10 compañías colombianas, entre ellas Estra, las encargadas de fabricar las cajas para Bavaria, “y después de eso, esas compañías se dieron cuenta de que eran capaces de seguir haciéndolo y se convirtieron en competidoras de nuestra empresa”, puntualiza Noreña.
La llegada de Lock & Lock
Con otra de sus líneas de venta deteriorándose, los directivos de la empresa aplicaron la fórmula que les había dado resultado en los 90, y se dieron a la tarea de fortalecer sus otras líneas de negocio, en este caso, la del hogar.
Para ello recurrieron a la marca Lock & Lock, la ‘Rolls Royce’ de los envases plásticos. Con esta coreana, Estra retomó el aliento e incluso incursionó en un nuevo canal de distribución, el de las tiendas propias, un formato que tiene presencia en Medellín, Bogotá, Sincelejo, Barranquilla y Cali.
Cómo olvidar a Estralandia
Entre todos los productos que han llegado a los hogares colombianos desde la planta de Estra, sin duda hay uno que tiene especial cercanía con los corazones de varias generaciones: Estralandia, esos bloques plásticos de todos los plásticolores que en manos de los niños se convertían en casas, barcos, naves y hasta ciudades enteras.
Después del éxito de los balones y pelotas de plástico, Estra le apostó a la fabricación de este juego de construcción creado en Estados Unidos por Playskool, bajo el nombre de American Bricks.
El primer modelo que salió fue Genio Constructor y durante diez años, Estra le pagó regalías a Playskool y luego compró los derechos. Venía con ladrillos-fichas de tres tamaños, techos de cartón, puertas y ventanas.
Pero con el nuevo milenio llegaron nuevos juguetes más sofisticados, y Estralandia ya no era rentable. Noreña cuenta que “la fabricación era muy ‘chinche’. Requería de una gran cantidad de procesos y cada pieza necesitaba un molde distinto.
Fue pasando el tiempo y los niños desviaron su atención hacia otros juguetes, entonces la compañía tomó la decisión de entregar a otro fabricante la marca, con la condición de pagar regalías por su uso”.
Ese fabricante siguió con la producción de Estralandia por otros seis años, pero a la final sala abandonó y los moldes fueron destruidos. Así concluyó la historia de Estralandia.
Carlos Mario Correa, quien lleva 31 años trabajando en la planta de la compañía, recuerda que el ensamble de estos juegos la hacían 15 personas. “Cuando nos informaron de que no íbamos a producir más la línea Estralandia, parte del sentimiento fue tristeza, porque es un producto emblemático, pero por otro lado la compañía tomó la decisión adecuada porque el mercado impuso otros juegos y el costo de producción era muy elevado para competir”, señala el empleado de Industrias Estra.