Histórico

La Cruz lleva la pobreza a cuestas

La pobreza de los barrios sigue siendo un factor de riesgo para la reproducción de la violencia.

28 de junio de 2013

El barrio La Cruz es un mirador. Cuando la gente de aquí saca la cabeza por la ventana de las casas de cartón y de madera, se topa que allá abajo, a lo largo y a lo ancho, hay una ciudad de miles de edificios, hospitales, escuelas, centros comerciales, restaurantes y universidades.

Cuando un niño juega fútbol con un balón de trapo en las calles de tierra y pantano, al meter un gol en la portería de piedra, la esfera parece que fuera a dar al parque de Los Deseos. Si el chute viene del equipo contrario, la pelota traspasa el otro arco y se eleva hasta rebotar en el parque de El Poblado.

Pero no es así, esta tarde en El Edén el esférico rueda cuesta abajo y queda atrapado en una cañada, por donde descienden los excrementos y otra cantidad de podredumbres.

El más pequeño de los  tres niños que juegan, a pie limpio, esquiva las peñas e intenta alcanzar el balón que sigue el curso de las aguas. El olor a mortecina lo obliga a devolverse. En La Capilla hay 10 hombres con pico, pala y carretas, apenas están construyendo el acueducto en La Cruz, último barrio de la comuna 3, que se formó a fuerza de campesinos desplazados por el conflicto armado.

La Honda es una ringlera de casas pequeñas, de latas, de palos, de costales, algunas de adobes. Cualquiera de las viviendas de la ciudad de allá abajo es una mansión si se la compara con las de estas calles.

Los niños, con los uniformes del colegio, caminan cogidos de la mano de sus madres, como los ratones que siguen al Flautista de Hamelim. Uno a uno van llegando al templo comedor de la Parroquia Nuestra Señora de la Sabiduría. Todos los días 60 menores comen aquí el desayuno, el almuerzo y el algo.

En el sector La Capilla está la iglesia principal de la parroquia. Arrodillada en el pequeño reclinatorio, *Ligia llora a su esposo *Hugo León.

—Hace un mes fue a reclamar el subsidio de la vejez. Cada dos meses bajaba solo para no gastarse en pasajes los 150 mil pesos, pero un carro lo pisó en Prado Centro y me lo mató—cuenta con la cabeza metida entre las manos.

Se para y se persigna al frente del sagrario. El párroco Juan Camilo Cano la saluda. Le da un abrazo afectuoso, usted tiene que seguir adelante Ligia, en nombre de nuestro señor Jesucristo.

—Esta era un parejita ejemplar, de mucha fe y educación, pero en la vida de las personas de acá hay muchas historias duras, de abandono y de violencia — dice el padre Juan Camilo.

Afuera del templo lo están esperando 20 mujeres para una reunión. Todas menudas, bajitas, que llegaron al barrio hace 2, 5, 10 y 20 años desplazadas de Granada, San Carlos, Dabeiba, Peque, de las comunas 13 y 8.

—Este es un pueblo de pueblos, con mucha alegría, con mucha tragedia— dice.

Recuerda su primera misa del Día del Padre en La Cruz, la del domingo pasado. Ese día el templo no se llenó. La lista de nombres de padres vivos y muertos, por los que se celebró la eucaristía, no superó la página.

—Pero la misa del Día de la Madre se celebró por de cenas de madres vivas y muertas. Eso dice mucho de lo que de verdad pasa aquí— afirma el párroco.

“Esa pobreza”
*Luisa y *Fercho son novios, ambos tienen 16 años, viven en El Edén y van a ser padres. Luisa lleva en su barriguita de niña a Mabel. Dos veces a la semana baja por las escalinatas de barro, cruza las calles para llegar, una hora después, al centro de salud de Manrique Oriental. Cuando termina la cita médica vuelve y sube, con los pies calientes e hinchados, hasta alcanzar esta loma. Tiene ocho meses de embarazo.

Misael lleva 20 días en la Cruz. De Tarazá se vino, con sus 82 años, para vivir con una hija, dos nietas y seis tataranietos, todos en una misma casa. Hoy está alcanzado de la respiración, le pitan los pulmones. Para llevarlo al hospital la familia llama a la Policía, vienen hasta aquí, lo sacan cargado y lo bajan hasta la estación de buses. Misael espera que un conductor se apiade de él y lo lleve cerca al San Vicente de Paúl.

Hoper es un cantante de la comuna 3, espigado, de trenzas largas. Vive en El Edén con su madre y dos hermanos. La menor, de 10 años, tiene parálisis cerebral de nacimiento. Cuenta que en 2010, en Bello, su padre Elías se cayó de un árbol mientras trabajaba en ornamentación. Lo llevaron al hospital y allí murió, días después, reventado por dentro.

—Uno dice que lo dejaron morir porque a él se demoraron mucho en atenderlo— relata este joven de 17 años. Hoper y su madre cargan para todos los lados con su hermanita.

—Nadie puede dejarla sola, por eso mamá renunció al trabajo, hizo un préstamo y se compró una máquina de coser para trabajar en casa. Todavía lo está pagando.

Hoper ya no va al colegio, abandonó el estudio cuando terminó séptimo grado. Ahora compone con Los Neutros: con Willmar y Jhonfer y da clases de grafiti y hip hop en el salón de Nuestra Señora de la Sabiduría.

—La guerra no es la que estamos viviendo, la guerra es este mundo que está lleno de males y para colmo no abundan las oportunidades. Para sobrevivir no se necesita robarle al más débil, para creer en este hip hop no se necesita de ninguna guerra, solo se necesita amor, coraje y mucha fuerza— cantan Hoper, Willmar y Jhonfer.

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“Esa violencia”
El peso de la balas, de la extorsión y del microtráfico aquí lo llevan a cuestas jóvenes enjutos, de menos de 20 años. Unos del combo de La Cruz, otros de La Honda. Todos son amigos, no se disparan de montaña a montaña ni matan ni desaparecen a nadie. Según la Policía, las 20 bandas de la comuna 3 tienen un solo mando, el de La Terraza que acata las órdenes de La Oficina.

—Aquí, gracias a Dios, no se ve lo que pasa en otras partes de Medellín, pero muchos jóvenes lo único que hacen es fumar marihuana en una esquina todo el día, se meten a la delincuencia. Solo en el año hemos tenido cinco homicidios— afirma el padre Juan Camilo.

Hoy en la tarde lo único que resuena entre loma y loma son los tambores de una banda de guerra de Manrique Oriental. En unas bancas de El Edén hay cinco jóvenes fumando, la mayoría de ellos abandonaron el colegio que se llama Gente Unida.

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En La Cruz el Gobierno y la Alcaldía construyeron los tres edificios de Altos de la Cruz. Dieron apartamentos gratis para 155 familias vulnerables. Aquí están Buen Comienzo, la Pastoral Social y los programas de Medellín Solidaria que atienden a 891 hogares que padecen la pobreza extrema, la mitad de los que hay en todo el barrio. En La Cruz son alrededor de 10 mil personas que no tienen trabajo ni educación ni servicio de salud y vivienda digna; ni nutrición ni acceso a la justicia, según cifras de la Alcaldía de Medellín. En toda la ciudad hay 113.668 hogares en extrema pobreza, es decir, 500 mil seres humanos que viven en las mismas condiciones que padece La Cruz.

Según el Informe de Calidad de Vida de Medellín, 2012, entre 2008-2012 la ciudad tuvo la mayor reducción en la desigualdad. Dice el estudio que el índice de Gini se redujo en un 7,8%, pasando de 0,542 en 2008 a 0,5 en 2012.
La pobreza desciende pero no a pasos agigantados y sigue siendo un factor determinante para la generación de la violencia. Así lo reconoció Luz Aída Rendón, subsecretaria de Inclusión Social y Familia.

—La pobreza no es igual a conflicto, pero la situación de vulnerabilidad de las comunidades es un factor de riesgo para que se dé la violencia.

Más allá de la relación mecánica entre pobreza y violencia, lo que se debe de hablar en Medellín es de cómo saldar una acumulación social de la violencia que posibilitó la creación de una delincuencia refinada en sus prácticas de dominio social. Así lo explica Max Yuri Gil, sociólogo y director de la Corporación Región.

—Las estructuras delincuenciales atraen recursos públicos, contratan con el Estado y eso ha generado una aceptación de la población, generan ofertas de mano de obra, legal e ilegal. Ni siquiera hay ninguna redistribución, eso se ha comprobado, los jóvenes siguen así de marginales, la pobreza sigue tal cual.

Las estructuras delincuenciales profundizan la miseria.

Otra cosa piensan los gremios de la ciudad sobre las causas del conflicto entre bandas. Sergio Ignacio Soto, de Fenalco Antioquia, dice que la razón de la violencia está en la pérdida de valores y en graves problemas de desintegración familiar.
—En una lamentable herencia del narcotráfico y de la pseudo cultura traqueta. La gente pobre es inmensamente buena y decente que busca subsistir, pero la pobreza no es la generadora de la violencia.

La “eterna retirada”
Hace dos meses estaba el padre Juan Camilo revisando los exámenes para los jóvenes que se iban a confirmar. Uno de ellos escribió “axer” por hacer. No es una caricatura, es la realidad de esta gente. Aquí en La Cruz no sube el carrito de donas, ni venden puerta a puerta paquetes de telefonía o de banda ancha. Tampoco sube, cuando hay una emergencia, la ambulancia de alguna entidad médica prepagada. En la Cruz no hay canchas sintéticas ni colegio público ni piscina y biblioteca.

Aunque en este rincón, desde donde se ve la otra ciudad del primer mundo que es Medellín, siguen llegando y son acogidos con solidaridad más desplazados. Como la pareja de ancianos que lleva dos meses en El Edén, que salió corriendo por las amenazas de la guerrilla en el Retorno, Guaviare.