Histórico

La isla de sal

26 de abril de 2011

Barba y bigote, blancos y abundantes, enmarcan su cara rubicunda y su amplia sonrisa; Sir Roland Richarson nos da la bienvenida a su mansión construida en el siglo XIX al estilo creole, balcones de madera calada y altos techos pintados de colores. Allí funciona el taller del más destacado artista de las Antillas. Localizado en medio de Marigot, la capital del sector francés de San Martín. La casa está rodeada de jardines, mil veces pincelados por Richarson en sus famosos cuadros. El pintor capta de su entorno los rojos encendidos de los flamboyant, los fucsia de los Sanjacintos y los azules transparentes y brillantes del mar y cielo caribeños.

El 11 de noviembre de 1493, día de San Martín de Tour, en su segundo viaje Cristóbal Colón pasó por esta isla, antes llamada Soualiga o "tierra de sal", pues sus indios comerciaban sal, y la bautizó en honor al santo. A partir de ese momento, San Martín fue posesión sucesiva de varias naciones, España, Francia, Inglaterra, Holanda. Hoy, después de una larga historia de guerras y tratados por su posesión, la isla está dividida en dos partes; un poco más de la mitad es francesa y el resto holandés.

Solo con sentarse a mirar la constante transformación de los azules del mar puede uno pasar las más agradables horas en San Martín. Para los que gustan de más actividad se puede comenzar por explorar algunas de las 35 playas de la isla, cada una con su encanto particular. Unas, como Orient Bay, la cual está llena de restaurantes, tiendas y veleros, triciclos, etc. para divertirse en el mar, además de un sector dedicado a aquellos que disfrutan del nudismo, bastante común en esta isla. Hay otras playas totalmente apartadas del ruido turístico, como Playa Blanca, solitaria y silenciosa.

Es divertido degustar las diferencias gastronómicas que hay entre las dos regiones. Carnes, pescados, embutidos y quesos al estilo francés u holandés, salpicados con frutas y sazón caribeña, y algo de especies orientales, hacen las delicias de este lugar donde tantas culturas han dejado su marca.

Marigot es un laberinto de callejuelas repletas de todo tipo de tiendas. En el malecón hay un alegre mercado al aire libre donde se consigue pescado recién sacado del mar, frutas, verduras frescas, dulces y salsas típicas, además toda clase de artesanías y las chucherías usuales, que se convierten en recuerdos encantados cuando uno regresa a casa.

Hay 2 ciudades más en la isla: Phillipsburg, capital holandesa, a donde fondean los cruceros, y Grand Case, "capital gastronómica del Caribe", lugar de retiro preferido de grandes cocineros franceses. Aquí los miércoles se baila salsa en la calle principal y se puede comer en puestos callejeros platos típicos, buenos y baratos.

Hay mucho para ver y hacer en esta isla, inclusive visitar un mariposario, bastante destartalado pero muy abundante en mariposas. Lo mejor, sentir y compartir el ambiente alegre y despreocupado de las gentes del Caribe, mezcla de su herencia europea y su ritmo africano.