Histórico

La lista de Pacelli

10 de octubre de 2008

El Papa Pío XII murió la madrugada del 9 de octubre de 1958 y fue objeto de un verdadero concierto de homenajes de admiración y reconocimiento. Algunos años más tarde fue convertido en el héroe de una leyenda negra: Durante la guerra, por cálculo político o por pusilanimidad, según sus detractores, el Papa habría asistido impasible y silencioso a los crímenes de lesa humanidad que, según ellos, un solo discurso de sus labios habría detenido.

Desde siempre, hemos extrañado el silencio, ese sí culpable en medios católicos, de quienes pudieron y debieron mostrar la verdad serena e iluminadora.

Para volver de la ficción a la realidad, de la leyenda a la historia, hay un solo medio: Recurrir a los documentos originales, que expresan directamente la acción del gran Papa Pacelli. De ahí la decisión tomada en 1964 por Paulo VI, que había sido, como sustituto de la Secretaría de Estado, uno de los más cercanos colaboradores de Pío XII, de autorizar la publicación de los documentos de la Santa Sede relativos a la guerra.

Los archivos de la Secretaría de Estado conservan, en efecto, los expedientes en los que se puede seguir, con frecuencia día a día, a veces hora por hora, la actividad incansable del Papa y de sus servicios.

Con la autorización de Paulo VI, el padre Pierre Blet y tres de sus hermanos de la Compañía de Jesús, los padres Robert A. Graham, Angelo Martini y Burkhart Schneider, se dieron a la tarea de explorar los archivos vaticanos y se publicaron, de 1965 a 1982, doce volúmenes de Actas y Documentos de la Santa Sede Relativos a la Segunda Guerra Mundial: Resumen la actividad apostólica y muestran cómo el Papa Pío XII extendió una red de auxilios a las víctimas.

Aparecen los socorros enviados a los campos de prisioneros y a las regiones azotadas por el flagelo, los esfuerzos inútiles del Papa para atenuar los bloqueos que reducían las poblaciones al hambre, el trabajo dedicado para establecer un inteligente servicio de informaciones entre prisioneros de guerra y sus familias. El Papa prestó su servicio de humanidad a las víctimas a través de Nuncios, Obispos y hasta humildes Párrocos. No sólo esto sino que en el mismo Vaticano dio asilo a refugiados y, así, salvó cientos de miles.

Los judíos, víctimas de persecución racial exterminatoria de parte de Hitler y su Nacional Socialismo, recibieron del Papa Pío XII la mayor atención. No era el momento de hacer recrudecer la tormenta sobre ellos con declaraciones explosivas. En su momento Pacelli, en Alemania y como Secretario de Estado de Pío XI ya había intervenido oportunamente. Se trataba de salvarlos.

Un ejemplo. El Nuncio en Turquía, Angelo Roncalli, más tarde Juan XXIII, había seguido las directivas del Papa y entre las muchas estrategias extendió partidas de bautismo a judíos con el fin de librarlos de la muerte segura. Y así muchos otros servidores de la Iglesia.

En los pasados días, los grandes Rabinos de Roma, de otras comunidades europeas y norteamericanas, fundaron una Asociación que tiene como finalidad mostrar al mundo la verdad de Pío XII y los judíos: El gran Rabino de Roma declaró: "El Papa Pío XII hizo más por salvar a los judíos que todos los jefes de Estado juntos y todas las organizaciones de buena voluntad. Hitler quería destruir el Vaticano y secuestrar y deportar al Papa para establecer una religión nacional socialista en la que él sería el jefe supremo. Ya recién muerto el Papa Pacelli, la KGB soviética (policía secreta), desató la campaña de difamación contra Pío XII, con la obra teatral El Vicario, del alemán Rolf Hochhuth, y extendió la leyenda negra por el mundo".

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, el gran Rabino de Roma se convirtió al catolicismo, fue bautizado por el Papa Pacelli y tomó como nombre cristiano Eugenio, en homenaje de gratitud al Papa por su labor a favor de los judíos.

De los documentos estudiados por los investigadores jesuitas se concluye que más de 800 mil judíos fueron librados de la muerte por el Papa Pío XII y sus colaboradores en todo el mundo. Faltando todavía información de muchos otros, se constata la verdad de lo afirmado ahora en Roma por los judíos: La Lista de Pacelli es el gran testimonio. Es tiempo de rendir honor a la verdad.