La sonrisa famosa de Urabá que ya es ¡Mundial!
CATERINE IBARGÜEN COMENZÓ su carrera en Apartadó en pruebas de velocidad y en los tres tipos de saltos. Fue Olímpica con el alto y ahora medallista mundial con el triple. Su historia familiar.
Hacía todos los mandados corriendo, pero le gustaba más tirarse en la colchoneta. Por eso lo suyo fueron los saltos y no la velocidad. Caterine Ibargüen, la chica de amplia sonrisa, hoy festeja esa elección.
Nacida en Apartadó hace 27 años, Caterine (con la C y sin la H) creció entre las fincas en las que trabajaban sus familiares, y las calles de Urabá que han dado cientos de campeones. Pero en la hija de Francisca había un signo especial: todo lo hace riendo. También corriendo.
Así lo recuerda su mamá Francisca. "Todo lo hacía corriendo por la calle, los mandados, todo lo que se le pidiera". Y así, a la carrera, fue que Wílder Zapata la encontró en la Institución Educativa San Francisco de Asís.
"Fue en un chequeo en 1997, cuando apenas tenía 12 años, y ahí donde nos dimos cuenta de su velocidad. Luego, en el estadio, ya miramos que tenía aptitudes para el salto. En el primer brinco del largo hizo un metro más que cualquier niña de su edad", sostiene su primer entrenador, quien aún tiene contacto con la medallista mundial.
Durante toda la adolescencia la llevó de la mano. Se reunía con la familia y los profesores para que Caterine no se saliera del deporte. Solo una vez, cuando estaba en Medellín, se devolvió a Urabá sin pedirle permiso a nadie. "Pero no pasó a mayores, es más, ni me gusta recordarlo", dice Zapata.
Esa sonrisa de dientes blancos y grandes, saltó tan alto y tan largo, que no demoraron en llevársela para Medellín. Antes, tuvo un par de escalas en Polonia y Jamaica en mundiales de las categorías menores.
En 2003, la Liga de Atletismo contrató a la cubana Regla Sandrino para que fuera su entrenadora en los Olímpicos de Atenas-2004. Y aunque su resultado fue tímido (16° con 1.85 metros), la vida le depararía más estaciones antes de conocer el podio mundialista.
Hacia el Encanto
Luego de varios años en la Villa Olímpica, donde vivió, compitió, entrenó y hasta se montó en los carritos de mercado para hacer diabluras, cambió de aire.
Hace tres años, y cuando parecía que el listón de la vara no subía más, Caterine tomó rumbo hacia Puerto Rico y un nuevo hito en su vida: la universidad.
Con el traje de estudiante de Enfermería, pero sin dejar la malla del atletismo, llegó a las manos de Ubaldo Duany, un cubano que la convirtió en la medallista mundial.
"Estaba con una buena técnica en el salto alto, y me llevó a citas mundiales. Contaba con la mejor entrenadora del mundo que es Regla Sandrino. Pero cuando me fui a Puerto Rico con Ubaldo Duany, él tuvo la idea de sacarme al salto triple", explicó Caterine desde Corea del Sur, al recordar que primero intentó con el héptatlon, pero se quedaron con el triple, luego de varios intentos.
En la Universidad Metropolitana ha vivido el último tiempo, y allá, con Duany, volvió a la élite. En cuestión de un año pasó de una saltadora de marcas aceptables a estar en el top del triple.
Hace casi una década tiene a Alexánder Ramos, un experto en las vallas de Turbo, como su novio oficial. Todavía se ríe cuando le preguntan de matrimonio. "Eso sí, hacía los cuartos a todos en Urabá", dice Wílder, quien la recuerda poco noviera. Hoy, su compromiso más grande es con la universidad, a donde debe regresar en pocos días. La atleta seguirá hasta los Juegos Panamericanos. "Allá también voy por el oro. Y si s e puede, en los Olímpicos, aunque para eso falta".