Histórico

Las desobedientes

02 de marzo de 2010

(A mi hija, Gabriela María)

Mary Shelley, escritora británica, le dejó un monstruo a la Humanidad. Y no me refiero a Frankenstein.

Ella, viuda y con un hijo, fue la primera mujer anglosajona que decidió vivir de la tinta de su pluma, independiente del poder económico masculino.

La tradición judeocristiana relata que la primera desobediente fue la que mordió la manzana, y le dio nombre al pecado.

Desde la faraón Hatshepsut -primera golpista reconocida- y la astrónoma Hipatia de Alejandría, hasta Laura Chinchilla, recién elegida presidente de Costa Rica; se han enganchado los eslabones de una cadena que a muchos les pesa: la de la desobediencia.

Desobediencia, sin edad: Desde los doce años, y encerrada en un cuartucho en Amsterdam, Ana Frank escribió su diario, testimonio del Holocausto.

Desobediencia, con pantalones: Aurora Dupin, novelista, bajo el pseudónimo George Sand: "Parecía que el destino me empujaba? tan sólo un destino de libertad espiritual y aislamiento poético, en una sociedad a la que no pedía más que olvido y condescendencia para que me permitiera ganar mi pan cotidiano sin esclavitud." (George Sand: Historia de mi vida ).

Desobediencia, con falda: Luzmila Acosta de Ochoa, primera médica psiquiatra en Antioquia. Sus finas pantorrillas, media velada y tacón bajo, son únicas en el álbum de prácticas universitarias del Alma Máter, año 1955.

Desobediencia, con diploma: Simone De Beauvoir: "No se nace sino que se deviene mujer".

Desobediencia, sin pupitre: Sulei. Hace seis años huyó del Chocó. "Por la legal", obtuvo la custodia de Andrea, su hija, víctima de abuso paterno. Aunque Sulei no conoce tablero, vende dulces para que su niña se siente cada día al frente de uno.

Desobediencia, para amar sin rótulos: Hanna Arendt: "Nunca en mi vida he 'amado' a ningún pueblo ni colectivo ni al pueblo alemán ni al francés ni al norteamericano ni a la clase obrera? sólo 'amo' a mis amigos y el único género de amor que conozco y en el que creo es el amor a las personas" (carta a Gershom Scholem, 1963).

"Ser varón" -o hembra- obedece a un capricho y no a un dictado jerárquico de la naturaleza.

El Día de la Mujer es una forma de discriminación positiva, tristemente necesaria para señalar a sociedades, como la nuestra; que insisten en limitar las libertades de la mujer, cifran su valor en el aspecto físico, e irrespetan su integridad desde instancias tan sensibles como el discurso público de un mandatario.

Las desobedientes no apelan a su condición de mujeres para obtener cargos y ser escuchadas. Aunque su tono de voz sea suave, son tachadas de "gritonas", porque lo suyo, como el canto de las sirenas, lleva a más de uno al abismo.

Las desobedientes no saben de dotes. Algunas son madres, otras no. A algunas les gustan los hombres, a otras no. Algunas son atletas, intelectuales, místicas. Otras no.

Las desobedientes tienen, por lo menos, algo en común: entienden que las mujeres somos distintas a los hombres, pero no desiguales.