Las Farc y el traqueteo
Mientras el narcotráfico acaba de carcomer a las Farc, contrario a sus reivindicaciones de “ortodoxia revolucionaria”, en Cuba se debe exigir a la guerrilla que ayude a combatir y desmontar ese fenómeno.
Algunos jefes guerrilleros históricos como alias “Jacobo Arenas” o el cura Manuel Pérez se podrán revolcar en sus tumbas, pero es una verdad sustentada que las Farc y el Eln se acostumbraron a vivir, durante los últimos 20 años, del negocio del narcotráfico. Y que, in crescendo, sus estructuras se han vinculado más estrechamente al negocio de los estupefacientes ilegales, hasta el punto de una “dependencia y adicción financiera” que ha lumpenizado a varios de sus comandantes y frentes.
No están tan lejos en el tiempo las declaraciones de alias “Raúl Reyes”, de las Farc, en Cartagena del Chairá y San Vicente del Caguán (Caquetá), indignado y molesto con la prensa cuando se le preguntaba por la relación de las Farc con la producción de cocaína. Entre tanto, en esa zona azotada y copada por la guerrilla subían las lanchas por el río Caguán cargadas de billetes para comprar la pasta de coca. Luego regresaban con las bodegas repletas de kilos del alcaloide.
A algunos de nuestros lectores les podrá parecer fuerte la palabra del título de este editorial, pero es muy castiza. Define la RAE: “Traqueteo. (De traquetear). m. En los fuegos artificiales, ruido continuo del disparo de los cohetes. || 2. Movimiento de alguien o algo que se golpea al transportarlo de un punto a otro”.
Una imagen elocuente para retratar el ambiente del narcotráfico. El de la pólvora que truena cuando los cargamentos de droga llegan a su destino y el de las lanchas go fast atravesando el océano con miles de kilos de aquel veneno que destruye seres humanos con su potencia tan erosiva para la salud como para corromper conciencias y comprar y aniquilar vidas.
En los últimos meses la Policía se incautó de un sumergible cuya propiedad se le atribuye a la columna “Daniel Aldana”, de las Farc. La guerrilla, además, derribó dos aeronaves de fumigación con tripulantes de E.U. Entre las selvas y el mar que rodean a Tumaco, Nariño, la inteligencia policial habla de cultivos de coca, marihuana y amapola; centros de producción y astilleros clandestinos donde la droga es embalada y enviada a Europa y Norteamérica. Según Naciones Unidas, allí hay 5.065 hectáreas de hoja de coca.
No es coincidencia que las zonas de retaguardia de las Farc (Nariño, Putumayo, Guaviare, Cauca y Norte de Santander) sean las regiones de mayor concentración de cultivos ilícitos. La guerrilla, según los análisis de organismos nacionales e internacionales, pasó del cobro del denominado “gramaje” a controlar la siembra, producción y envío de toneladas de droga. Para la DEA, es el mayor cartel del narcotráfico mundial.
Al margen de la escala de participación sindicada a las Farc en ese negocio, hoy innegable, queremos reclamar que, en el contexto de la discusión del cuarto punto sobre drogas ilícitas en La Habana, el Gobierno exija a las Farc un compromiso vertical para que se deslinde del narcotráfico y ayude, con la valiosa y privilegiada información que posee, a combatir a las mafias con las que hoy mantiene contactos y negocios.
En Cuba el análisis del tema no puede remitirse, quedarse ni agotarse en la necesidad de cambios en políticas rurales que desestimulen los cultivos ilícitos. Es clave que los campesinos tengan otras oportunidades productivas, pero es aun más definitivo el combate punitivo de las mafias que estimulan el tráfico ilegal y que destruyen moral, ética e institucionalmente gobiernos y sociedades.
La guerrilla debe demostrar que quiere, plenamente, insertarse en la legalidad y cooperar con el Estado del que pretende hacer parte activa.
EL NARCOTRÁFICO NO ES UN PROBLEMA DE LA GUERRILLA SOLAMENTE
Por IVÁN CEPEDA CASTRO
Representante a la Cámara por el Polo Democrático
Hay que encontrar un nuevo camino para tratar este problema que, claramente, no es solo de la guerrilla, es del Estado. El narcotráfico, lastimosamente, ha permeado todos los espacios y niveles de la sociedad colombiana y, por supuesto, el conflicto armado.
Esta es la oportunidad de hallar fórmulas distintas de las que se han propuesto antes. Por ejemplo, desde las mesas regionales de paz ya se han escuchado otras soluciones, también los foros que han realizado universidades, organizaciones no gubernamentales, alcaldías y gobernaciones, todo para aportarle al proceso de paz insumos que están remitidos a modelos de sustitución voluntaria de los cultivos ilícitos y de erradicación voluntaria. A encontrar un tratamiento a los consumidores que no sea estrictamente policivo y de represión, a buscar que, como en otros países, se discuta la posibilidad de una paulatina legalización del consumo de estas drogas ilícitas, así que tenemos al frente una oportunidad para buscar que Colombia salga del infierno que implica el narcotráfico.
Lo reitero, el problema del narcotráfico no es asunto de un sector en particular, es un problema de la sociedad colombiana, más que encasillarlo en un responsable exclusivo, si la guerrilla o esferas de la sociedad.