Histórico

LAS FARC Y MANTECO, CÉLULAS DAÑINAS

27 de septiembre de 2014

En la foto, la tractomula se ve reducida a una masa de hierros desnudos y humeantes. Sobre el costado de la carretera se observan las palmeras y los pastos que chorrean por entre las estribaciones de ese enigmático sistema montañoso que es el Nudo del Paramillo, donde perviven algunos de los frentes más incendiarios de las Farc.

Esa guerrilla es una sumatoria de células (muy dañinas) que se identifican con números. Allí, por ejemplo, están la 5, la 18, la 34, la 36 y la 58. Se alimentan de numerosos cultivos de coca: en las vegas del Río Cauca, cerca a Ituango y El Aro; en La Caucana, en Tarazá; en las cabeceras de los ríos San Jorge y Sinú, por Puerto Libertador, Valencia y Tierralta. Coca, mucha coca, el combustible de la guerra.

En esas montañas y en esos frentes se mueve un guerrillero implacable y resbaladizo como pocos. Su nombre es Joverman Sánchez, alias "Manteco". Fue una pesadilla para los paramilitares de la generación Castaño-Mancuso, a los que les copó bases y les mató decenas de hombres, y lo sigue siendo para el Ejército.

Manteco encarna a esos guerrilleros a los que les costará dejar la guerra, cortarse el fusil de la mano. No saben otra cosa que atacar y destruir objetivos militares y no sabemos qué tan intoxicados están por los billetes de ese negocio corruptor que es el narcotráfico. ¿Qué tanto han degenerado los cultivos y las drogas ilícitos las células de las Farc?

Para algunos expertos, las Farc ya son un enfermo terminal con muchas partes de su cuerpo carcomidas por la "pasta maldita", y serán irrecuperables aunque la oferta del Estado colombiano para tratarlas, con terapias de civilidad, sea saludable y generosa.

Mientras los delegados del Gobierno y los jefes de las Farc tratan de ponerse de acuerdo en La Habana, para terminar el conflicto, aquí muchas células guerrilleras continúan dañando lo que tocan. Este viernes 26 de septiembre, por ejemplo, la Troncal a la Costa Atlántica pasa varias horas cerrada. Unos 30 guerrilleros de esos que comanda Manteco quemaron 10 camiones y buses y le dieron un tiro en la cara a una paciente que viajaba en una ambulancia, que también incineraron aunque fuese misión médica.

A Manteco le gustan las balas y el fuego. Es su esencia, según recuerdo de sus incursiones. En 2001 y en 2002, metido en las breñas de Córdoba, donde atacó a los paramilitares y mató a una veintena de sus raspachines de hoja de coca, en las comunicaciones interceptadas se le oía:

"Están pichones, todavía", "téngamelos ahí encerrados, que ahora hacemos chicharrón". A Manteco le gusta freír, quemar, prender a bala y caminar por el monte bordeando los cocales. Es un especimen lanzallamas. Incendiario y dañino. Es una célula que parece revelar lo enfermas que están las Farc por tanta guerra.