Histórico

Las hormigas que se creyeron caviar

23 de marzo de 2009

Tres veces he comido hormigas caderonas de Santander y en las tres oportunidades me han parecido deliciosas. No sé cuál sea el secreto, si es que lo tienen, o si salen del hormiguero directamente al frasco en que las empacan para llevarlas a las bocas de los compradores. Me parece que están al natural, aparte de un poco de sal que no les cae mal. Cuando pienso en las hormigas se me viene el caviar a la punta de la lengua y recuerdo que una sola vez en mi vida logré comer huevas de esturión. Y de pronto digo que me quedo con las hormigas.

Pero los animalitos santandereanos, las hormigas caderonas cuyo nombre científico es culonas, tienen su problema, y uno bien grave por cierto. Y es grave porque cuando uno va a comprar una libra de ese manjar bumangués, le anticipan que esos cuatrocientos gramos tienen un valor de doscientos mil pesos. De modo que cuando usted quiera comprar culonas para deleitarse con su parte trasera, la de las hormigas, pregunte primero, como se hace con el oro, a cómo está la onza hoy...

En todo caso, para no quedarse con las ganas de un puñado de culonas, decídase por un cuarto que no le va a costar sino cincuenta mil pesos. Si ando mal en los precios, y en los números, para los que nunca he sido bueno, recibo complacido las peticiones de rectificación por las imprecisiones escritas en esta nota. Para eso estamos aquí, como con tanta gracia y comedimientos nos dicen los buenos vendedores. (A última hora recuerdo que los doscientos mil pesos son por kilo).

PAUSA. La poesía es la piel del alma expuesta al sol.

COSAS. Hay tal arrume de cosas que no sabe uno por dónde empezar. Con esto ocurre como con las corbatas, cuando se tiene más de una, hay que dedicar media hora a la escogencia de la que vamos a usar. Claro, cuando se usaba corbata. El candidato a la presidencia, Fajardo, nos hizo quitar la corbata pero no pudo hacernos poner los bluyines... O los yines, para abreviar. Y lo que hice fue alargar.

Me duele ver a la nueva generación de muchachas, o de niñas, con la marca de la celulitis en sus lindos muslos o en otras partes de su cuerpo que a veces nos muestran. ¿Qué pasa con eso de la celulitis? Comida chatarra, colas negras... colas de beber, no de las colas-colas. Algo extraño flota en el ambiente porque eso de tener celulitis a los quince años no se "usaba" en los viejos tiempos. Ojo, nenas, que parece que les hubieran disparado perdigones con una escopeta de dos cañones.

Hay algunos mandatarios de este continente que quieren establecer un sistema de gobierno del siglo 21, pero están cometiendo un error de marca mayor: el llamado socialismo del siglo veintiuno no se puede imponer con modales de la edad de piedra. Hay que tener modales, señores. Los modales muestran la leche, aquella que nos dieron gratis cuando todavía no sabíamos caminar. Se podrían aceptar nuevas políticas, pero no modales de carretero.