Las lenguas son vulnerables
De los 102 pueblos indígenas de Colombia solo 65 conservan su lengua nativa. Hay que protegerlas.
Es esa forma que tienen de mirar el mundo, muy a su estilo. Que tienen, por ejemplo, de encontrarse con lo que son y con lo que han sido desde hace tanto tiempo.
Porque en la lengua de una comunidad está su vida. No son las palabras, sino su relación con su cotidianidad, sus rituales, sus costumbres, su cultura.
Por eso, si se pierde, se va gran parte de su esencia. "La lengua es importantísima porque la persona pierde el concepto cosmogónico de su cultura. Si usted la pierde se acabó su creencia religiosa, su historia. Es una referencia para reconocerse como es", dice el antropólogo tule (kuna para nosotros), Eraclio Herrera . Es más, él tiene un ejemplo más exacto y más doloroso: "Es como perder la mamá".
La situación en el país es variable. Algunas lenguas son fuertes, porque la comunidad las utiliza en la mayoría de sus acciones y el español es solo su manera de relacionarse con otros.
Sin embargo, hay otras que tienen otra categoría: vulnerabilidad, que significa que todavía tiene muchos hablantes, pero que la mayoría, en algunos casos, son adultos mayores y los niños no la están aprendiendo en la medida suficiente.
Y hay otra, que es para temblar: inminente riesgo de extinción. "La lengua cocama es un hecho claro. Tiene solo tres hablantes y son abuelitos. Aunque uno de ellos decía que el pueblo sí ha conservado sus otras prácticas culturales", señala Josefa Hernández, asesora de lenguas nativas de la dirección de poblaciones del Ministerio de Cultura.
Y añade que la Unesco identificó 12 lenguas en este estado, dentro de las que están la cocama, la carijona, la nonuya.
Cifras
De los 102 pueblos indígenas que tiene el país, solo alrededor de 65 conserva su lengua nativa. Los otros ya la perdieron y ahora el español la reemplaza.
"Es el caso de los kankuamos que perdieron muchas cosas de la forma de interpretar el mundo, de relacionarse con la naturaleza. Esos pueblos tienen prácticas culturales, pero han perdido muchísimas. Ellos son conscientes de ello", agrega la mujer.
Solo el año pasado se perdió una lengua más, la tinigua. Había un abuelito y se murió.
Un ejemplo
Estar en vulnerabilidad no es tan grave. Significa, más bien, halarse las orejas, para no pasar a otro categoría.
En el autodiagnóstico sociolingüístico de la lengua palenquera, realizado por Mincultura en 2009, y completado en 2011, el resultado arrojó que tiene un estado muy vulnerable.
Lo que pasa es que sus hablantes son en mayoría adultos mayores y hay jóvenes hablantes, pero son pocos y no la utilizan en todos los contextos.
"Los niños no están hablando la lengua palenquera, entonces podríamos decir en ese contexto que podría estar en peligro, con el agravante que en la práctica educativa son muy poquitas las horas que se dedican a su desarrollo", indica Manuel Salinas , palenquero y profesor.
Y eso se da, anota él, en la medida en que hay profesores que no hablan palenque y se necesita más tiempo.
"Sería pertinente que desde el gobierno tengamos la posibilidad de que no se dicten dos horas, sino muchas más para esa población que serían los mantenedores, fortalecedores y los que en el futuro enseñarán a otros".
Las cifras son así, según el estudio: la población tiene 7.998 personas, que residen, en su mayoría, en Palenque. De ellos, 7.730 son mayores de dos años y solo 1.390 hablan bien su lengua. El 32.1 por ciento no la entiende ni la habla, el 24.9 la entiende, pero no la habla y el 24.3 la entiende y la habla solo un poco.
Y aunque son muchos los factores, entre ellos el educativo, las generaciones más nuevas hacen más uso del español. "El español ocupa un lugar predominante en las interacciones entre palenqueros y foráneos", se lee en el informe del Mincultura.
Cuestión de educación
Lo que le pasa al palenque le pasa también a otras lenguas. Eraclio expresa que la mayoría de los tule hablan su lengua, pero los jóvenes tienen un contacto permanente con las cabeceras municipales.
Y muestra un problema más: son lenguas que en su mayoría se hablan más de lo que se escriben. "No tenemos un concepto entre los kunas para la escritura. Escribir es un reto completo. No hay un alfabeto formal".
La educación es fundamental. Guzmán Cáizamo, embera yabida, afirma que no tienen un lingüista embera, hecho que les permitiría avanzar más en la escritura, pese a que han dado pasos. "Cómo queremos escribir depende de las autoridades indígenas, pero la parte técnica es de los expertos".
En el 2010 se estableció la Ley de Lenguas, la 1381 de 2010, que buscan la preservación, salvaguarda y fortalecimiento de las lenguas nativas.
Y en ese sentido Josefa explica que dentro de ella se enmarcan y eso es lo que realizan: "Producción de materiales, generación de espacios de divulgación, procesos de documentación de las lenguas en inminente riesgo de extinción".
Apunta que son las comunidades las que deciden cuáles son las acciones a seguir. Por eso para la conservación es importante lo que ella llama "actitud lingüística".
Y pese a que no desconocen el apoyo, Guzmán manifiesta que no se han dado hechos concretos. "La ley dice, pero no existe un mecanismo de cómo se protege". En esa línea da una solución: la educación propia, para trabajar con los niños y los mayores que tienen viva la lengua. Incluso, expone, que han propuesto desde la Organización Indígena de Antioquia, un proyecto, pero que aún no les prestan atención.
"Es muy importante acceder a la lengua castellana, pero que aprendan el embera. Nuestra intención es cómo desarrollamos el pensamiento indígena, en relación con el occidental".
Y declara que si bien hay comunidades dispuestas a luchar por sus tradiciones, hay jóvenes que tienen sus propios sueños y que van encontrando otras formas de ver el mundo, valorando más lo externo, lo que les obliga aprender castellano. "Eso va desequilibrando su cultura. El sistema educativo no valora la lengua propia. Sino diseñamos propuestas, en poco tiempo va a desaparecer". Entonces esa palabra tan bella del tule, piaktipik, no se podría volver a escuchar. Nunca más. Y en esa palabra está su esperanza: soñador.