LO QUE HA DE NACER
A pesar de saber lo que no quiere, la humanidad es incapaz de proponer y edificar un nuevo panorama. Odia corrupción, autoritarismo, monopolio de riquezas, falta de oportunidades para todos, destrucción del planeta. Uno tras otro caen en estrépito modelos económicos, sistemas políticos, discursos aparatosos.
El siglo XX fue atravesado por el autoproclamado como el más radical mentís a estas lacras públicas que haya conocido la historia, el comunismo. Su fulgor y escándalo, sin embargo, concluyeron engendrando idénticas barbaridades.
El albor del XXI entregó un mundo estragado de guerras y falsas ilusiones. Crece entonces el odio a lo que no es ni debe ser. No obstante, nadie aparece para ofrecer alternativa.
Antonio Gramsci, filósofo italiano de comienzos del XX, marxista y crítico del marxismo, le dio nombre a este estancamiento: crisis. Y lo definió: "la crisis consiste en que lo que ha de morir no ha muerto todavía, y lo que ha de nacer tampoco ha nacido".
Un limbo, eso es, interregno, patria boba. No todas las épocas son así. Las hay de efervescencia, cuando un pueblo insurge, guillotina a déspotas y esculpe derechos humanos. Las hay de justicia, cuando los negros recuperan el alma y consignan estatutos paritarios con los opresores. No es así la presente coyuntura. El tren avanza por inercia, los maquinistas guían según la menos mala de las consignas hasta hoy acuñadas. No hay entusiasmo, las multitudes van a la calle no en pos de causas sino indignadas por multiplicación de oprobios.
¿Habrá que aguardar a que mueran bien muertos los males centenarios, para que alumbre sol reparador? No por obligación. La podredumbre suele impregnar la atmósfera mientras se engendra, brota y gatea la infancia anhelada. Los pioneros asoman en diversos lugares de modo simultáneo y en apariencia desconectados.
El anonimato es requisito de fragua genuina. Centenares de inspirados, miles de esforzados, en apartamentos insignificantes o potreros recónditos, cocinan silenciosos el novedoso modo de hacer las cosas. Algunos se van conociendo, intercambian asombros, se sienten entre sombras partícipes de un alumbramiento.
Cualquier día sin aviso estas hormigas sacarán cabeza de la tierra y el planeta se asombrará. Entonces morirán del todo los cadáveres insepultos y nacerá por fin lo que no ha nacido todavía.