Histórico

LOS SECRETOS DE LOS CASTAÑO (II)

16 de febrero de 2013

La primera vez que Carlos Castaño concedió una entrevista cara a cara a la prensa, en noviembre de 1996, me describió que su hermano Fidel desapareció en las selvas del Darién, en una travesía rumbo a Panamá.

"Se adentró con sus hombres en la zona –agregó Carlos- y no volvimos a tener noticias. Deben estar muertos. No sabemos qué pudo ocurrir".

Cinco años después, Castaño cambió su versión y le dijo al periodista Mauricio Aranguren que Fidel había muerto, en enero de 1994, a la salida del municipio de San Pedro de Urabá, en combate con guerrilleros de la disidencia del Ejército Popular de Liberación (EPL), al mando de alias Sarley.

Según el relato de quien fuera el jefe de las autodefensas (AUC), asesinado en abril de 2004, Fidel recibió un disparo fulminante en el pecho que le atravesó el corazón.

El episodio no importaría si no fuese porque así se hizo al poder, entre los paramilitares, uno de los personajes más tremendos de la historia reciente: el responsable de magnicidios, masacres y alianzas parapolíticas que cambiaron las coordenadas y la dinámica del conflicto armado. Una figura que combinó las formas de lucha de la extrema derecha y desencadenó, entre 1994 y 2004, uno de los pasajes más aterradores en la violación de derechos humanos en el país.

Desde entonces, Aranguren dejaba entrever en su libro Mi confesión las dudas que lo asaltaban -como me asaltaron a mí cuando Carlos Castaño me dio su versión sobre la muerte de Fidel-. Igual les ocurrió a los dos sacerdotes que lo recibieron, en 1994, en la Casa de Cristo en Medellín y que tampoco sintieron una pizca de verdad en su narración de los hechos.

Semanas después, en Urabá, Carlos Castaño se reuniría con una cuñada y uno de los sacerdotes que lo habían recibido en Medellín. Afanado por descubrir qué tanto sabía el cura sobre la muerte de su hermano, el jefe paramilitar le puso marihuana a un cigarrillo que le compartió al religioso. Castaño le dio vueltas a la conversación tratando de "confesar" al padre.

No hubo mucha retórica: ambos, la cuñada y el sacerdote, lo increparon y le hicieron saber lo que él creía que nadie sabía. "Fidel Castaño no murió en ningún combate, usted lo traicionó y lo mandó matar".

A Fidel, confirma un consejero y amigo de la familia Castaño, lo asesinó Carlos por un lío de faldas: "Se metió con una mujer de Fidel y sabía que si no le ‘arrancaba’, entonces el muerto iba a ser él. A Fidel lo mataron hombres de su confianza viendo terneros en una finca de Urabá".

Carlos mató a Fidel porque sabía que él había sido capaz de dejar morir a dos de sus hermanos en una avioneta y había mandado matar a otro hermano, convencido de que tenía relación con el secuestro y asesinato del padre del clan Castaño, Antonio de Jesús Castaño González n