Manual para pensionados (2)
Vuelvo con mi obra de misericordia de preparar al presidente Uribe para el retiro. Está claro que empresas e instituciones siguen en pañales en la tarea de adiestrar al personal que dará un paso al costado. Espero estar llenando ese vacío.
Sin confirmar sí lo digo: tengo línea indirecta con Dios y con la Corte Constitucional, y directa con el pueblo raso. Soy uno de ellos.
Dios no interviene en política, así que el de arriba no tiene velas en la reelección. Ahora, si Dios y la Corte nos dan una mano, Uribe se levantará el 8 de agosto sin tener a quién darle en la jeta.
Y por la forma como el presidente de la Corte Constitucional, Nilson Pinilla, sonríe detrás de sus gafas, lee el periódico y le echa azúcar al tinto, el referendo no irá, definitivamente, pese al nihil obstat del Procurador. No obstante el robusto carnaval de inconsistencias detectadas en su atropellado peregrinar.
Sigo sospechando que en casa del mandatario asumen que recuperarán a su jefe cabeza de familia. Doña Lina, primera mujer, ha dicho que no hay peor sordo que el que no quiere oír. Y que Uribe ha dicho que no reincidirá. Y su segundo vástago, soltero cero kilómetros, anticipó que tiene la maleta lista para abrirse.
Al fallecido maestro del periodismo Alberto Acosta, le pregunté alguna vez por qué nunca sacaba vacaciones. "No me crea tan pendejo: ¿pa' que se den cuenta de que no hago falta?". Trabajó y fumó hasta el final.
El presidente Uribe tampoco saca vacaciones pero por coquetísimos motivos patrióticos. Incluida su convicción de que tiene que seguir fijando el "tono moral", como diría su otro usted, el doctor José Obdulio.
Sin problemas, Uribe podrá seguir fijando el tono desde un cargo que dura toda la vida, sin necesidad de reelección: el de ex presidente.
Cuando uno sale del mercado laboral, más que el vil metal, necesita el destino, la rutina, lo que venía haciendo. Lo practicó un millonario gringo que regresó a su primer trabajo, sin cobrar. Los ex presidentes colombianos nacieron para eternizarse, así que la "libido mandandi" no prescribe jamás.
En el terreno práctico, le recuerdo a mi asesorado -y en él a quienes vienen empujando-, que un buen pensionado adopta bancas de parques, aumenta su colección de gorras para mantener a raya el sol, y frecuenta parches para tomar tinto y conspirar y conspirar.
Como escribe Rogelio Echavarría en un estremecedor poema, en la mesa de los jubilados siempre hay campo para uno más cuando en todas partes lo rechazan "por haber cumplido demasiado".
No sobra repetir, "Uribe et orbi" , que de anonimato nadie ha muerto. Nos acostumbramos a ser uno más del directorio telefónico. Ahora, si Uribe y los futuros colegas supieran qué tan rico es el estatus de jubilado, no cotizarían: se pensionarían de una vez.