Más allá del proteccionismo hay oportunidades
Desde finales de la década de los cincuenta del siglo pasado el país decidió desarrollar su agricultura soportándola en la sustitución de importaciones. Para ello se adoptó una estructura arancelaria que tenía por objeto proteger e impulsar la producción interna. Igualmente, se desarrolló toda una institucionalidad sectorial y se otorgaron una serie de apoyos y subsidios.
Esas medidas surtieron efecto y en Colombia se dio comienzo a la agricultura empresarial y, con ello, el desarrollo de cultivos intensivos en el uso del factor tierra y la incorporación de maquinaria agrícola. De esta forma se dio inicio a una importante transformación del agro. A finales de los años sesenta este proceso recibió un nuevo aire, pues se crearon una serie de instrumentos que pretendían, esencialmente, aumentar las exportaciones agropecuarias. Esta nueva política combinaba, entonces, la protección a ciertos cultivos con el estímulo a las exportaciones sectoriales.
Este nuevo enfoque de desarrollo permitió que la agricultura empresarial continuara su avance basada en los cultivos sustitutos de importaciones e intensivos en el uso de la tierra, al tiempo que las exportaciones agrícolas se diversificaran y crecieran.
Este modelo mixto de protección y estímulo a las exportaciones rindió sus frutos, en términos de crecimiento del área y los rendimientos, hasta finales de la década de los setenta y principios de los ochenta. De allí en adelante, la tendencia de largo plazo es hacia un relativo estancamiento. En términos del valor de la producción y del PIB sectorial, lo que se observa es una reducción progresiva en la tasa de crecimiento del sector. En los últimos años la brecha de crecimiento entre la agricultura y el total de la economía ha crecido, pues el crecimiento sectorial se ha debilitado.
Esto coincide con una política agrícola que ha mantenido, con algunas modificaciones temporales, como ocurrió con la denominada apertura económica del gobierno Gaviria, como su eje central, la protección a las actividades denominadas sensibles, como el arroz, el maíz, la leche, el azúcar y la palma africana, entre otros. Hoy en día los mecanismos de protección y apoyo son de diverso orden.
Como lo ilustraron varios expositores en un reciente seminario convocado por Fedesarrollo, y que tuvo como tema la política comercial agropecuaria, Colombia, a diferencia de otros países latinoamericanos, ha estado siguiendo una política sectorial que protege la agricultura. Esto lo hace con instrumentos que aíslan los precios internos de los externos y que tienen un alto costo para los consumidores.
Una característica adicional del modelo agropecuario es que, en los últimos años, los niveles de apoyo, subsidios e incentivos aumentaron de tal forma que, mientras en promedio en América Latina estos tienden a ser bajos o nulos, en Colombia han crecido progresivamente. Esto ha determinado, además, que el Ministerio de Agricultura concentre un gran poder, pues es a través de su presupuesto que se asignan los recursos de tales ayudas.
Paralelamente a lo que acontece con la agricultura colombiana, en el seminario se mostró cómo otros países latinoamericanos han seguido una trayectoria mucho más virtuosa en términos de crecimiento de la agricultura, de reducción de la pobreza y de aumento de las exportaciones sectoriales. Países como Brasil, Chile, Perú y México han conseguido transformar sus agriculturas gracias a su mayor exposición al comercio internacional, a la reducción de sus niveles de protección y ayudas y al impulso a sus sectores exportadores.
En Chile, por ejemplo, ha avanzado, de forma creciente, la producción de bienes agropecuarios con valor agregado. En Perú, la canasta exportadora agropecuaria cada vez es más diversificada y crece en valor. Esto marca una gran diferencia con los resultados que exhibe Colombia, donde las exportaciones sectoriales poco se diversifican y no muestran gran dinamismo.