MÁS REGUETÓN MENOS LITERATURA
Cuando supe que Jorge Franco presentaría El mundo de afuera, en el Museo El Castillo, pensé que no había un lugar más apropiado, finalmente, según lo que escuché en la presentación del libro en Bogotá, en este escenario se inspiró la novela que cuenta la historia de Diego Echavarría Misas y su familia en una Medellín que en la década del 70 ya daba visos de lo terrible y violenta que llegaría a ser.
Sin embargo, la envidia por aquellos que podrían asistir duró poco porque, como leí en El Colombiano, el escritor afirmó que la junta directiva de El Castillo censuró su novela y canceló la presentación. "Su ceguera y su idiotez no les permite diferenciar la realidad de la ficción y consideran que mi novela es moralmente incorrecta por retratar el lado humano de los personajes".
La directora del museo, Martha Ligia Jaramillo, manifestó: "Nosotros no vetamos ni impedimos la presentación del libro. Hay otros lugares donde lo pueden hacer. No estamos de acuerdo con la imagen que presenta de don Diego e Isolda, los presenta completamente diferente a como fueron realmente". Tremenda torpeza, increíble que a estas alturas todavía existan personas que crean que una obra de ficción retrata fielmente la realidad. Lo ha dicho Vargas Llosa en La verdad de las mentiras: "Para casi todos los escritores, la memoria es el punto de partida de la fantasía, el trampolín que dispara la imaginación en su vuelo impredecible hacia la ficción"; tal vez por eso, "no se escriben novelas para contar la vida sino para transformarla, añadiéndole algo".
¿Qué pensaría Diego Echavarría? Él, que le tenía tanto amor a los libros y que, incluso, se sentía muy orgulloso de fundar la Biblioteca Pública de Itagüí, que, a propósito, muchos criticaron porque ¿qué iban a leer los campesinos de ese pueblito remoto que era Itagüí? Lo que supongo que la junta directiva de El Castillo no dudó en aprobar, conociendo muy bien el refinado gusto de don Diego, amante de la música clásica, fue la grabación de No sé cómo se llama, del grupo de reguetón Golpe a Golpe.
La canción, que empieza en la biblioteca de la casa, donde reposan los tres mil 500 libros de la familia, muestra a dos jóvenes que le preguntan a una "sensual" bibliotecaria qué tiene de ocultismo, magia negra y brujería. Luego, el castillo de este ultraconservador antioqueño, se convierte en una clandestina casa de citas donde bailan las chicas mientras se escucha: "Ellaaa en la cama me dio duro contra el mundo, lástima que tardara solo un segundo, un segundo de fama, ella y yo en mi cama, hicimos el amor y no sé cómo se llama, lalala, lalala, y no sé cómo se llama (repítase tres veces) ¡Lindo…
Esa doble moral es la que me molesta. Se supone que El Castillo "es una puerta de entrada al mundo de la cultura", el problema es que estos vivos que dicen "cuidar" el patrimonio, escuchan como se les antoja a los muertos.